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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Sí, sí exclamó don Juan engañado por las palabras de Dorotea ; no nos separaremos jamás. Sí dijo Dorotea rodeando un brazo tembloroso al cuello de don Juan ; vamos á separarnos muy pronto, porque no me he desposado contigo; me he desposado con la muerte. Ahora déjame orar; no acabes de perderme. ¡Con la muerte! gritó don Juan. Sí, el dulce que acabo de comer estaba envenenado.
Si hubieses llegado hasta aquí, si hubieses contemplado con refinada crueldad mi vergonzosa muerte, yo te juro que al tornar a casa no serían tan serenas tus miradas como lo son ahora, ni el beso de la hija o de la esposa te sabría tan dulce. Mi agonía te hubiera quitado el sosiego, te hubiera envenenado el alma por algunas horas.
Y en el teatro de los anamitas, los cómicos vestidos de panteras y de generales, cuentan, saltando y aullando, tirándose las plumas de la cabeza y dando vueltas, la historia del príncipe que fue de visita al palacio de un ambicioso, y bebió una taza de té envenenado. Pero ya es de noche, y hora de irse a pensar, y los clarines, con su corneta de bronce, tocan a retirada.
Distinguíase particularmente en los papeles acomodados á su carácter independiente y varonil. Murió en 1691, llevando al sepulcro la sospecha de haber envenenado á su marido. Francisca Bezón, una de las más celebradas artistas de todos los tiempos, que figuraron en la escena española.
Es bien sensible que semejante libro esté envenenado por tantas extravagancias, buenas únicamente para ahuyentar la fe y el buen sentido de los jóvenes. Quemaré este libro, y sobre todo, la Nueva Eloísa, más peligroso todavía, porque éste exalta las pasiones al propio tiempo que debilita el espíritu. ¡Qué lástima que un talento tan grande como el de Rousseau enloquezca de este modo!
De noche arrojábase del lecho asegurando que las criaturas nadaban en sangre, degolladas por un asesino invisible. Si tosían, era que se ahogaban; si comían mal, era que les habían envenenado. Una mañana salió precipitadamente, con mantón y pañuelo a la cabeza, y se fue a los barrios del Sur buscando a Benina, con quien tenía que hablar.
Pero pienso como mi amigo pintor, que Murger ha envenenado nuestra juventud y nos ha hundido en la pobreza y en la soledad con el hechizo de sus mágicas narraciones. «Debemos desenterrar y quemar los restos de Murger.» Siles y su carrik SILES era filósofo, poeta y cronista.
¡Envenenado!.. ¡Dios mío! ¡Hola! ¡aquí! ¡aquí! gritó don Juan, llamando. ¡No hay nadie! ¡estamos solos! exclamó Dorotea. Y una leve contracción de dolor resistido, pasó por su semblante. ¡Oh! ¡esto es horrible! ¡esto no puede ser verdad! exclamó don Juan reteniendo entre sus brazos á Dorotea. Otra contracción más violenta, indicó á don Juan que Dorotea sentía un dolor más agudo.
Algunas veces se me había ocurrido el pensamiento de que mi hermana podría hallarse destinada por nuestras desgracias á entrar en alguna familia rica en calidad de preceptora: hice entonces juramento, sea cual fuere el porvenir que nos estuviera reservado, de dividir con Elena la más pobre boardilla, el pan más amargo del trabajo, antes que dejarla sentarse al festín envenenado de esa opulenta y odiosa servidumbre.
Pero tal, que si no hubiera mediado don Rodrigo... ¿Y qué te cargaron? ¡Bah! ¡poca cosa! Haber envenenado al marido de una querida mía. ¿Y eso es verdad? dijo estremeciéndose Luisa.
Palabra del Dia
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