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Actualizado: 27 de mayo de 2025
El hombre de fatiga siempre encontraba un mendrugo y una copa de vino para salir del paso. Pero ¿y él? ¿Qué iba a ser de él, envenenado por una instrucción que de nada le servía, falto de la fuerza brutal con que se ganaban el pan los desgraciados de blusa?...
Ya sé que no te puedo matar. Esto basta para ti y para mí. Márchate. Se quedó tan ronco que sus últimas palabras apenas se entendían.... Después de hablar algo más con ronquidos y manotadas, pudo hacerse oír nuevamente. Aguarda.... La úlcera de mi vida, lo que me ha envenenado el cuerpo y ha trasformado mi carácter haciéndole displicente y salvaje, ha sido mi deshonra.
Colocó el vaso en la alacena, sobre una tabla muy alta a la cual no se podía llegar sino subiéndose a una silla; y, sin perder tiempo, echó algunas gotas de aquel líquido envenenado en el agua de la enferma, después de prometerse repetir las operación todos los días, matar lentamente a su ama y merecer, a pesar del pequeño aparato, los beneficios de la señora Chermidy.
En suma, V. la ha envenenado con tal desconfianza, que ella, al sentir los latidos de su corazón juvenil y la lozanía de la vida en su verde primavera; al ver el fuego, si puro, ardiente de sus ojos; al oir la voz de la naturaleza, que la incita á que ame; al soñar acaso con lícitas venturas, logradas en este mundo al lado de un ser de su misma humana condición, se ha figurado que era presa de impuras pasiones, se ha creído perseguida por los monstruos del infierno, y para no ser ella un monstruo, ha querido refugiarse en el santuario.
Pero antes dijo á Quevedo: Si habéis matado al tío Manolillo, importa que le quitéis unos papeles que lleva encima y que son muy importantes; pero apresuráos y entrad cuanto antes en la casa á cuya puerta os hemos encontrado, porque en esa casa están de cena la Dorotea y don Juan, y en esa cena hay un plato envenenado. ¡Ah! exclamó Quevedo, y escapó.
Don Robustiano sonreía; movía la cabeza con gesto de compasión y se dignaba explicar aquello. «Don Santos, aunque se pasmasen aquellos señores, a pesar de morir envenenado por el alcohol, necesitaba más alcohol para tirar algunos meses más. Sin el aguardiente, que le mataba, se moriría más pronto». Pero don Robustiano, ¿cómo puede ser eso? Señor Foja, ahí verá usted. ¿Conoce usted a Todd?
¡Es muy raro, muy raro, muy raro! se repitió estúpidamente Benincasa, sin escrudiñar sin embargo el motivo de esa rareza. Como si tuviera hormigas... la corrección concluyó. Y de pronto la respiración se le cortó en seco, de espanto. ¡Debe de ser la miel!... ¡Es venenosa!... ¡Estoy envenenado!
Pues bien: lo que pasaba en Montoro ocurría en todos los pueblos de la carretera de Andalucía, desde Córdoba hasta Santa Elena. El gigante que incendiaba lugares y destrozaba ejércitos no podía dar un paso sin encontrar un avispero, y frenético con aquel zumbido, envenenado por los aguijones, maldecía la hora de la invasión.
El padre Aliaga se detuvo de repente, y oprimiendo el brazo de Montiño, hasta el punto de hacerle gritar de dolor y de miedo, y convirtiéndose de fraile en hombre, y en hombre enérgico y terrible, exclamó sacudiendo con furia al cocinero y con voz concentrada, espantosa: ¡Miserable! ¡habéis envenenado un manjar que debe comer una criatura de Dios!
Al herir a la víctima y retirar después el arma de la herida, quedaba en su seno una parte de la materia grasa envenenada, la cual producía un resultado fatal. Pero usted, ciertamente, no anticipa que estoy envenenado exclamé tartamudeando. Está envenenado, no hay duda.
Palabra del Dia
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