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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Y con un gesto de soberbia, parecían abrir entre ellas y el médico un abismo que nunca había de llenarse, que le condenaba á eterna separación de lo que él consideraba su familia. ¡Cuántas veces, creyendo acariciar á una mujer, besaba á una estatua fría que se entregaba á él con rigidez de autómata!

Ninguno de los curiosos osaba permitirse con Gillespie esta intimidad. Le habían hecho una fama de maligno y cruel en toda la nación, y las gentes, al insultarle ó agredirle con piedras, procuraban siempre colocarse á gran distancia. Sintió no tener á mano aquella lente que le había regalado Flimnap, para poder contemplar de cerca á este pigmeo que se entregaba á él con tanta confianza.

Don Fermín, mientras el otro se entregaba a los arranques mímicos de su dolor, de su vergüenza, habló largo y tendido del asunto. «, por desgracia, hacía meses ya, desde el verano, desde antes acaso, se murmuraba de la confianza y de la frecuencia con que don Álvaro entraba en el palacio de los Ozores. Esto era lo peor, después de la desgracia en misma.

Julio había aumentado sus gastos, considerándose rico. Pero las cartas del tío de América disiparon estas ilusiones. Primeramente, las remesas de dinero excedieron en muy poco á la cantidad mensual que le entregaba su padre. Luego disminuyeron de un modo alarmante. Todas las calamidades de la tierra parecían haber caído juntas sobre el campo, según Celedonio.

Mientras tanto yo me entregaba completamente, había incitado a la acción a los pusilánimes, a en mi país y en los demás. La última tentativa me parecía destinada a prosperar; ya saboreaba el triunfo.

Su sorpresa de usted me prueba dijo Luciana, que Elena ha guardado el secreto... Quiero hacerle justicia a su vez... Las cartas que usted vio que Lautrec le entregaba, eran las mías. ¿Las tiene usted? Las he quemado... así como las respuestas. ¡Ah!

Como tampoco lo estaba Flora, no pudo tranquilizar su espíritu con esta cita histórica. Quedó, pues, silenciosa y perpleja mientras la atribulada señora se entregaba cada vez más reciamente al llanto. Pero al cabo nació una idea en su frentecita morena, debajo de sus ricitos negros.

El entusiasmo por la gloria de la casa les unía con tal familiaridad, que los enemigos murmuraban, creyendo que doña Bernarda, despechada por las infidelidades del cónyuge, se entregaba al lugarteniente. Y don Andrés que sonreía con desprecio cuando le acusaban de aprovechar la influencia del jefe en pequeños negocios, indignábase si la maledicencia se cebaba en su amistad con la señora.

El sacerdote se revenía y se entregaba rendido a la encantadora. Blanca pertenecía a las Hermanas de los Santos, sociedad de niñas, de la que era presidenta y en la que ejercía una grandísima influencia.

43 Y luego, aún hablando él, vino Judas, que era uno de los doce, y con él una multitud con espadas y palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas y de los ancianos. 44 Y el que le entregaba les había dado señal común, diciendo: Al que yo besare, aquel es: prendedle, y llevadle con seguridad. 45 Y como vino, se acercó luego a él, y le dijo: Maestro, Maestro. Y le besó.

Palabra del Dia

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