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Actualizado: 18 de noviembre de 2025
Y mientras el griego entregaba quince mil francos al croupier depositario de la banca, el pianista se inclinó modestamente. Algunas jugadoras supersticiosas reconocieron que la duquesa había procedido con gran cordura al confiar su suerte á este simple. Los ojos de Alicia buscaron á Miguel en el triple óvalo de cabezas. Le sonrió levemente.
47 Y hablando aún él, he aquí Judas, uno de los doce, vino, y con él muchas personas con espadas y bastones, de parte de los príncipes de los sacerdotes, y de los ancianos del pueblo. 48 Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, aquel es; prendedle. 49 Y luego que llegó a Jesús, dijo: Hallas gozo, Maestro. Y le besó. 50 Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes?
Acaso bebía un poco o se entregaba al opio; lo cierto es que sus extravagancias se hicieron muy frecuentes.
¡Cha: currela, que sinela er jambo! «¡Oye: trabaja, que mira el amo!» Y cada uno se entregaba a su faena, con tal ardor, con esfuerzos tan cómicos, que muchas veces Rafael no podía contener la risa. Había cerrado la noche. La lluvia caía como polvo de agua, sobre los guijarros del patio.
En Inglaterra, en Italia, en Francia, cuando el pueblo recuperaba sus derechos, se entregaba á los mayores excesos, y reemplazaba la tiranía de un solo, por la aun mas insoportable de muchos.
El señor Juan enfermó de tisis, y durante dos años la esposa tuvo que atender a su cuidado, extremando aún más sus industrias para compensar la falta de la peseta que le entregaba antes el marido.
Y le entregaba un pedazo de hierro que pesaba media tonelada por lo menos. Martín recorría el balcón de la muralla. Así sabía que en casa de Tal habían plantado alcachofas y en la de Cual judías. El ver las huertas y las casas ajenas desde lo alto de la muralla, y el contemplar los trabajos de los demás, iba dando a Martín cierta inclinación a la filosofía y al robo.
El pobre diablo se entregaba a estos placeres con la ingenuidad de un piel roja. Lo emborracharon, lo ahitaron de manjares, le hicieron descender todos los escalones que separan al hombre de la bestia.
»A causa de las escenas violentas a que se entregaba, me compadecían nuestros vecinos. Admiraban mi resignación, que no se debía, seguramente, a la indiferencia. Era demasiado desgraciada para ocuparme de ciertas pequeñeces. »La tristeza de Teobaldo aumentaba de día en día.
24 A la verdad el Hijo del hombre va, como está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! Bueno le fuera al tal hombre no haber nacido. 25 Entonces respondiendo Judas, que le entregaba, dijo: ¿Por ventura soy yo, Maestro? Le dice: Tú lo has dicho. Esto es mi cuerpo. 27 Y tomando el vaso, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de él todos;
Palabra del Dia
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