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Actualizado: 18 de junio de 2025
Toda la sal de este nombramiento, que por lo temprano parecía el agua del bautismo, estaba en que mi niño, atareado con sus clases de la Universidad y con aquellas lecturas de Filosofía de la Historia y de Derecho de Gentes a que se entregaba con furor, no ponía los pies en la oficina más que para cobrar los cuatrocientos diez y seis reales y pico que le regalábamos cada mes por su linda cara.
Bajo los rasgos de lápiz azulado con que se agrandaba los ojos brillaba perpetua humedad de lágrimas. ¿Qué habría en su alma? ¿Laxitud de pecadora cansada o nostalgia de castidad atropellada? ¿Marcela? Guapísima, juguetona, sensual, elegante, mimosa y zalamera hasta el punto de aparentar que se entregaba ilusionada; pero... la codicia en persona.
Yo estaba sin ocupación y sumida en horrible fastidio, y acepté por distracción y porque aquella muchacha me agradaba. Tú la recuerdas, joven, alegre, risueña, viviendo en el mayor descuido y ávida solamente de placer, al que se entregaba con locura. Nunca había yo tenido por amigas sino mujeres honradas.
Nada, nada, la dinamita o la horca; aquí en la plaza, una buena horca, sólida, y a colgar a todo bicho que sea perjudicial o lleve las uñas largas. ¡Si me dieran a mí el poder por una hora, nada más que por una hora, lo arreglaba todo muy lindamente, y entregaba el país más limpio de pícaros y más sano de crisis!
El enredo, según se recuerda fácilmente, se asemeja al de La Estrella de Sevilla, y se funda, como él, en una costumbre de la Edad Media, con arreglo á la cual el asesino se entregaba á los parientes del asesinado para que lo castigasen ó perdonasen.
Sola en la escuela y sentada con la mejilla descansando en su mano, los ojos medio cerrados, mecíase en uno de aquellos ensueños a que, con peligro de la disciplina escolar, se entregaba tan a menudo, desde no hacía mucho tiempo.
Quiroga, el campeón de la causa que han jurado los pueblos, como se estila decir por allá, era bárbaro, avaro y lúbrico, y se entregaba a sus pasiones sin embozo; su sucesor no saquea los pueblos, es verdad; no ultraja el pudor de las mujeres; no tiene más que una pasión, una necesidad: la sed de sangre humana y la del despotismo.
Alentado por este juego habilísimo, se iba confiando cada vez más, se entregaba por completo, feliz con desembarazarse de tanto pensamiento ridículo, con confesar aquella extraña y dolorosa timidez que le atormentaba.
Toda la noche la pasó así, de lo que Salvador y el cura coligieron que entregaba su alma al Señor, sin decir ni hacer más locuras. Pero por la mañana volvió en su acuerdo, y dando una gran voz llamó a su hermano y le rogó que se sentara junto a la cama para responder a las preguntas que a hacerle iba.
Respirábase en el comedor un ambiente cargado de discreción, que á nuestro mancebo le producía la misma inquietud y malestar y los mismos desmayos enervantes que si estuviese cargado de electricidad. Y ya se entregaba lánguidamente á pensamientos tristes de muerte, cuando empezaron á dibujarse en su desmayado espíritu los contornos de una idea fortificante y regeneradora: la idea de marcharse.
Palabra del Dia
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