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Actualizado: 2 de junio de 2025


Encontrándose allí con Medrano, dijo a éste y al paje que le dejasen solo. La luna debía asomar hacia el naciente, pues la muralla comenzaba a contornear por ese lado sus triangulares almenas. Más de una hora pasó Ramiro sin apartar los ojos de la casa de Beatriz. Parecíale por momentos que el postigo de la puerta se entreabría y se cerraba. De pronto, un cuerpo de mujer asomó por la abertura.

Esta sentencia definitiva que se prometía a sus súplicas, le entreabría el cielo. Toda esa tarde se creyó un Tenorio. Con el último campanazo de las doce, dado por el reloj de San Nicolás, penetraba él sigilosamente a la casa de su amada, y se arrojaba en sus brazos. Un mundo de besos fue el saludo: era mudo, pero expresivo.

Quedábase unos instantes inmóvil ante el lecho, contemplando fijamente al enfermo, como si en su rostro enrojecido e inmóvil pudiera leer algo de lo que pensaba al rechazarla con tanta vehemencia. Entreabría los párpados del enfermo y se fijaba en el ojo amarillento, opaco, sin vida, no pudiendo encontrar en él un rastro del pensamiento que con tanto interés buscaba. Así pasó toda la mañana.

Mientras hablaba Antonia, contemplábala el doctor sin querer interrumpirla; pero entreabría sus labios una benévola sonrisa y parecía tentado a hacerle alguna advertencia. ¡Conque, Felipe Auvray! repitió después de un momento de silencio. ¿A ése eliges entre todos los jóvenes que te rodean? , tío; él será mi esposo continuó Antoñita, bajando aún más la voz.

Hallábase realmente conmovido el señor de la Lage: era la primera vez que casaba una hija; sentía desbordarse en su alma la paternidad, y al tomar de la mano a Nucha para conducirla a la cámara nupcial, alumbrándoles el camino Misia Rosario con un candelabro de cinco brazos cogido de la mesa del comedor, no acertaba a pronunciar palabra, y un poco de humedad se asomaba a sus lagrimales áridos, y una sonrisa de orgullo y placer entreabría al mismo tiempo su boca.

Las madres luchaban contra el sueño; los jóvenes giraban mecánicamente, y el machacador no entreabría los ojos sino cuando había encajado un acorde fuera de su sitio... Mi hermana tenía un vaso de limonada sobre la falda y contemplaba las pepitas del limón... Era un cuadro lastimoso. De Yolanda, ni la menor huella. Volví a las mesas de juego y golpeé el hombro al viejo.

Muy quedito, como quien se confiesa, empezaron a debatir y resolver estos pormenores. Otro rayo de sol entreabría las nubes, y los santos, en sus hornacinas, parecían sonreír benévolamente al grupo del banquillo.

Indiferente a todo, en la apariencia, y como un «manchón» colocado cuidadosamente se veía en la cresta de una raíz del ombú grande, un gato barcino que, de cuando en cuando, entreabría sus ojos lumínicos y transparentes y como ajeno a toda intención carnicera, los dirigía hacia las ramas, en las que cantaba de paso un pájaro que se dirigía a su nido.

Se entreabría un cortinaje, y avanzaba una pechuga saliente sobre un abdomen encorsetado con crueldad. Después, mucho después, aparecía un rostro blanco y radiante, una cara de luna. Y mientras saludaba al pequeño Ulises con su sonrisa de astro nocturno, seguía entrando y entrando el complemento dorsal de su persona, cuarenta años carnales, frescos, exuberantes, inmensos.

Palabra del Dia

rigoleto

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