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Actualizado: 28 de mayo de 2025
El golpe era atrevido y la imposición resultaba manifiesta; preciso era suponer que nadie osaría oponerse a un plan propuesto en su propia casa por dama tan respetable... El silencio era profundo y hubiérase podido oír el inquieto pestañear de Butrón y de Pulido, pegados a sus agujeros; los resoplidos que costaba al tío Frasquito mantenerse tieso en su incómoda postura, y los amagos de risa de Diógenes, que, metido en la concha del apuntador, frente al telón y de espaldas a la concurrencia, ocultábase a todos, oyendo a unos y otros, y maquinando, sin duda, algún plan endiablado que le hacía reírse a sus solas.
En su endiablado dialecto platicaban largo y tendido los dos, y la pobre mujer no sabía sino contar gracias de su criatura, que oía Sardiola tan embelesado como si él también hubiese ejercido el oficio nada varonil de Engracia.
Se levantó quebrantada, como si saliese de un delirio. Aquel día era domingo y no iba á la fábrica. Entraba el sol por el ventanillo de su estudi y toda la gente de la barraca estaba ya fuera de la cama. Roseta comenzó á arreglarse para ir con su madre á misa. El endiablado ensueño aún la tenía trastornada.
Me avergüenzo de no poder seguir vuestras huellas, pero mi orgullo es tan endiablado, que me impedirá siempre parangonarme con la oruga que se arrastra a mis pies o al cerdo que se revuelca en mi corral. Estaba siempre en guerra con el consejo municipal de su distrito; no le gustaban los aldeanos, y pretendía que no hay nada más pillo y canalla que un campesino.
Los zorros que él cazara sobrevivirían. No faltaba para que la máquina fuese perfecta, más que esto: que los ladrones de gallinas viniesen a tropezar con el botón del resorte endiablado, como había tropezado aquella señora. Ni Petra ni su ama conocían el uso de aquel artefacto que tuvieron que destrozar y buenos sudores les costó para separarlo del brazo que magullaba.
Entonces no tengo yo la culpa, sino un maldito cuadrúpedo, un jaco endiablado que invirtió todo el día en traer desde Navalcarnero aquí á mi sobrino postizo; ¡caballo infernal! ¡haber echado para cinco leguas desde el amanecer hasta el anochecer! ¡si ese jaco hubiera andado más de prisa!... ¡si hubiera llegado al medio día!... Lo de vuestra mujer había sucedido antes.
Poco después bufaba lleno de furia porque le venían malas cartas. A pesar de su opulencia jugaba siempre con el mismo afán que si le importase mucho la perdida o la ganancia de unos cuantos duros. Si la suerte le era adversa se ponía de un humor endiablado, murmuraba y hasta llegaba a decir frases inconvenientes a los compañeros.
No consiguió sino excitarse más y más; el endiablado cuello, aunque quedaba en su sitio después de cada tirón, no tardaba dos minutos en bajarse y ahuecarse de nuevo. La desesperación se iba apoderando velozmente del gallardo caballero; hasta se le descompuso un poco el semblante.
El fiscal que pide la cabeza del malo nada sería sin mí, que obedezco; todos somos ruedas de la misma máquina, y ¡vive Dios! que merecemos igual respeto, porque yo soy un funcionario... con treinta años de servicios. El ogro En todo el barrio del Pacífico era conocido aquel endiablado carretero, que alborotaba las calles con sus gritos y los furiosos chasquidos de su tralla.
Indudablemente estáis de muy mal humor, Dorotea. Tenéis razón, estoy de un humor endiablado. ¿Y qué queréis?... Que acabemos de una vez; yo no sé aún lo que soy para vos. ¿Que no lo sabéis? Quiero no saberlo, aunque vos me lo decís claramente con vuestra conducta. Pero en fin... ¿qué creéis vos?
Palabra del Dia
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