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Actualizado: 30 de abril de 2025


Después se oyó el ruido que produjeron al entrar en el lago. El viento había arrojado muy lejos las nieblas que envolvían el lago, y la noche se presentó limpia y serena. En el oscuro manto del cielo principiaron á encenderse, como lejanas luces trémulas, algunas estrellas. El héspero corría á esconderse entre las montañas. La luna asomaba ya su disco resplandeciente por detrás de ellas.

Hacia el ocaso, al borde del cielo humoso y sombrío, angosta faja de crepúsculo se apagaba despacio como la muriente lumbre de un horno. Desvelado por la grandiosa esperanza que acababa de encenderse en su pecho, no le fue posible dormir un instante en toda la noche.

Sentí encenderse en el deseo de arrojarme a sus pies y de gritarle: «Haz de lo que quieras; sacrifícame, aplástame bajo tus pies, déjame morir por ti, pero recupera tu valor y cree en tu dicha...» cuando de repente, que de los labios de Marta salió un gemido tan lastimero, tan dolorido, que me estremecí, como si me hubieran dado un latigazo.

En esto, con unas estopas ligeras de encenderse y apagarse, desde lejos, pendientes de una caña, les calentaban los rostros. Sancho, que sintió el calor, dijo: -Que me maten si no estamos ya en el lugar del fuego, o bien cerca, porque una gran parte de mi barba se me ha chamuscado, y estoy, señor, por descubrirme y ver en qué parte estamos.

Sin embargo, los franceses, ansiando tomar la ofensiva, con ánimo de aterrarnos, acometieron a una columna de la vanguardia que se destacaba para ocupar una altura, y la lóbrega noche se iluminó con relámpagos, que interrumpiéndose luego, volvieron a encenderse al poco rato en la misma dirección.

Clara con los ojos cerrados y una leve sonrisa divina esparcida por su rostro no se hartaba de oírle. Cuando llegaron a Madrid anochecía. Las calles rebosaban de gente: las luces de los faroles comenzaban a encenderse y despedían una claridad blanca azulada al chocar con la del crepúsculo. La gran ciudad abrasada por el calor del día se preparaba con gozo a refrescarse.

En aquel rostro consumido por la larga enfermedad, y bajo cuya piel fina se traslucía la ramificación venosa; en aquellos ojos vagos, de ancha pupila y córnea húmeda, cercados de azulada ojera, vio Julián encenderse y fulgurar tras las negras pestañas una luz horrible, donde ardían la certeza, el asombro y el espanto. Calló.

Su devoción había vuelto, no a renacer, pues no muriera nunca, pero a reavivarse y encenderse. A medida que se acercaba la hora crítica para Nucha, el capellán permanecía más tiempo de rodillas dando gracias al terminar la misa; prolongaba más las letanías y el rosario; ponía más alma y fervor en el cuotidiano rezo.

Unos envistieron á la ciudad para entrarla, otros arrojaban flechas de cañas encendidas sobre las casas, que cuyos techos estaban cubiertas de paja, excepto la del General que era de piedra, y lograron quemar enteramente toda la ciudad. Disparadas las flechas, empiecen á encenderse por la punta, y encendidas y arrojadas, no se apagan, antes queman las casas en que pegan, y abrasan lo que tocan.

Enorme mitra ilusoria, resplandeciente de amatistas y topacios, se encendía y apagaba, y volvía a encenderse a sus pies, sobre las losas obscuras. Probando apenas algunos bocados, Ramiro dejó secretamente su casa, ya entrada la noche. Había escogido su daga más fuerte y la espada que le diera don Rodrigo del Aguila, el mayordomo de la Emperatriz.

Palabra del Dia

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