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El maestro preparó pintura negra con hollín y vinagre, y encaramado en una escalera de mano, empezó la obra, trazando unas letras de un pie de alto. Por desgracia, queriendo hacer un gracioso floreo, dio tan fuerte sacudida a la escalera, que esta se vino al suelo con el pobre maestro y el puchero de tinta, rodando los dos hasta el arroyo.

Tratábase de alcanzar allá arriba, en la última tabla, cierto frasco de cerezas en aguardiente que hacía diez años que aguardaba a Mauricio, y con cuya apertura quisieron obsequiarme. A pesar de los ruegos de Mamette, el viejo se había empeñado en ir a buscar él mismo las cerezas, y encaramado sobre una silla, con gran espanto de su mujer, pretendía alcanzarlo.

Gonzalo ayudó con el hombro. Por fin, después de un vano forcejeo, convinieron en escalar juntos la tapia. Gonzalo apoyó su pie en el muslo de Ramiro y, cuando se hubo encaramado, tendió desde arriba la mano a su rival, ayudándose uno a otro como en los desafíos de los libros caballerescos y como lo hicieran Amadís, Rugero o Esplandián, con su valiente cortesanía. Era una cantera abandonada.

Eso es... Otro caso más raro: tiene mucha afición al dibujo y a la pintura, y sus avíos correspondientes para lo uno y para lo otro... A lo mejor le ven ustedes encaramado en el Miradorio, o acurrucado en la vega, o delante de un paredón viejo, con el pincel en una mano, su cajita de colores en la otra, un pomito con agua a un lado y su libreta sobre las rodillas, pinta que pinta.

En Yuste....., una tumba abierta, de donde había sido sacado Carlos V. En El Escorial....., otra tumba vacía, de donde también se le había desalojado temporalmente..... Y si se nos ocurría la fantástica ilusión de que la exhumada y escarnecida momia del César, avergonzada de su pública desnudez, pudiese salvar el Guadarrama, en medio de las sombra de la noche, para ir á buscar á Yuste su primitiva sepultura, considerábamos temblando que tampoco encontraría en su sitio el ataúd de madera, sino que lo vería encaramado en aquella antigua hornacina de un Santo que probablemente habrían derribado á pedradas otros liberales de la Vera de Plasencia.....

¿Cuál sería la sorpresa del encaramado Román al ver que de cada parche sacó Ovillitos una onza de oro y que luego las enterró al pie del árbol, después de haber permanecido gran espacio de tiempo contemplándolas amorosamente?

Por eso, luz de mis ojos, sólo a te adoro y amo; por eso los ayes míos a sola los consagro; y aunque solamente quieras darme un triste desengaño, tus lágrimas lo han querido: ¡yo siempre seré tu esclavo! Mientras ruge el fragor de los cañones y retiembla la tierra con pavura, y encaramado en la nubosa altura escudriña el avión los batallones;

Es estúpido decía el ser pobre y depender de la primer tonta que se presente... Porque tiene dinero y lo paga, cree tener derecho para decírselo a una todo, a no ahorrarle humillaciones ni críticas, a exasperarla con sus consejos de idiota y a aplastarla bajo la enorme y pesada superioridad de su fortuna... Juventud, ingenio, talento, belleza, todo, absolutamente todo, es juzgado, medido y pesado desdeñosamente por cualquier imbécil encaramado en sus sacos de pesos, desde donde dominan a la despreciada multitud de los pobres diablos de uno y otro sexo...

Iba el loco por las calles cubierta la cabeza con un bonete rojo: decíase predicador apostólico y canónigo de santa Catalina; acompañábale por lo general otro postulante, y en el lugar donde le parecía conveniente se detenía, y ya sobre una piedra ó encaramado en una ventana ó en otro lugar semejante alzaba el grito, no tardando en verse rodeado de un numeroso grupo de gente desocupada y maleante, la cual, si bien celebraba sus dichos, solía con frecuencia interrumpir los macarrónicos latines y los panegíricos de don Amaro, que contestaba con donosas puyas y desvergüenzas á sus interruptores, ó bien harta ya su paciencia, salía corriendo tras alguno armado de un par de piedras ó de un palo, sin que nunca, sin embargo, se diera el caso de agredir á nadie.

Cuentan que un día de tempestad lo encontraron encaramado en un árbol adonde se había subido «para ver de dónde venia el rayo, ¡porque era tan hermosoSchiller leyó la Mesíada a los catorce años, y se puso a componer un poema sacro sobre Moisés.