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Actualizado: 27 de junio de 2025


Excuso decirte lo que pasaría luego cuando, al caer la tarde, volvimos a casa cada una por su lado. Creí que me mataban. Mi padrastro me ató a un pié derecho de los que sostenían el emparrado del patio, y estuvo hasta que se cansó dándome de varazos. Cuando me soltó me fui al camaranchón que me servía de cuarto, no quise cenar, y me tumbé en la cama sin desnudarme.

Luego se sienta en el banco del emparrado; y, apoyando los codos sobre las rodillas, se pone a contemplar el suelo. ¿Qué piensas Martín? pregunta Juan con voz cariñosa colocando una mano en el hombro de su hermano.

Sentados en el emparrado, alrededor de la mesa cubierta por un mantel blanco, no han hecho gran honor a la cena esa tarde, y sus miradas fijas en el suelo expresan un profundo sentimiento de bienestar. Martín, con la cara apoyada en las dos manos, saca de su pipa densas nubes de humo, lanzando de vez en cuando un sonido que participa de la risa y del gruñido.

Encontraron al Mosco sentado en un pedrusco cercano a la venta. Quedaos por ahí dijo en voz baja . Entrad a tomar una copa, y no me habléis hasta que os llame. Los dos amigos se sentaron bajo un emparrado, a la puerta de la venta. Era una cabaña de techo bajo, ahumada por dentro, sin otros respiraderos que la puerta y dos ventanucos.

Mi madre está de vuelta a París, y ya ha salido de España. 2 de octubre. Me encuentro en Saint-Point desde ayer, en compañía de Alfonso, Cecilia y Eugenia; durante el viaje los niños se han divertido mucho. Alfonso, particularmente, estaba embriagado de alegría al verse caballero en una mula. Hemos cogido las uvas del emparrado, de las cuales sacaremos dos toneles de vino.

En el fondo del jardín hay otro emparrado de vides de Judea que se enredan entre los cerezos; una fuente, un pozo y una cisterna que mi padre mandó abrir a pico en las rocas, para depositar en ella las aguas pluviales. Rodean esta cisterna varios sicomoros y otras plantas de anchas hojas que sombrean aquella parte del jardín.

Y lo empujó en su salida, á pesar de que Ulises le dejaba franco el paso, repitiendo sus excusas, haciendo recaer toda la responsabilidad en la torpeza del sirviente. Se detuvo ella ante el emparrado, súbitamente tranquilizada al verse en pleno aire. Buscó la mesa más lejana y fué á sentarse de espaldas al cuarto. ¡Qué antro!... dijo . Venga aquí, Ferragut.

El viejo camarero que salió al encuentro de la pareja en un senderillo descendente mostró un gesto idéntico al fijar sus ojos en Ferragut. «Tenía lo que necesitaba el señor.» Y atravesando una terraza bajo emparrado, con varias mesas libres, abrió una puerta y les hizo entrar en una habitación que sólo tenía una ventana.

Murmuraba el río batiendo los cristales de sus aguas contra los pedruscos que interceptaban el camino; reían las fuentes discretamente bajo su emparrado de avellanos; saltaban los chotos en la pradera de esmeralda; las altas montañas se desembarazaban majestuosamente de su cendal y exponían la blanca cabeza al sol para que la derritiese.

Y obra de sus manos era también el brocal del pozo, las pilastras del emparrado, las encañizadas, por encima de las cuales enseñaban sus penachos de flores los claveles y los dompedros. ¿Y todo aquello iba á ser propiedad de otro, porque , porque así lo querían los hombres?... Buscó en su faja la tira de fósforos de cartón que le servían para encender sus cigarros.

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