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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Aquellos curas armados y vociferantes, los aldeanos fuertes y sumisos como bestias, los señoritos con aires de cabecilla, eran el eterno enemigo. Los soldados husmeaban en ellos á los que en otro tiempo habían asesinado en las montañas á sus hermanos, y que aun ahora deseaban volver á la lucha de emboscadas.
Los he visto pelear en campo abierto y encerrados en sus fortalezas, en asaltos, emboscadas, salidas, sorpresas nocturnas, duelos, justas y torneos; y puedo aseguraros, muchachos, que tienen el corazón valiente y el brazo duro.
La ciudad ya próxima comenzó a surgir. Su visión se dilató. Bóvedas y torrecillas paralelas crecían, parecían moverse, lentamente, hacia el vuelo jadeante del tren. Algunas casuchas del suburbio, como emboscadas junto a la vía, asomaban rápidamente, y cada una, al pasar, parecía volcarse en la penumbra. El tren corría a la altura de los tejados ceñidos contra el paso a nivel.
Que hay muchos retazos de monte y rio, y la distancia será de cerca de 40 leguas: y que todo se ha de vencer á fuerza de armas; pues, aunque no hagan frente formal los indios, harán emboscadas y avances de noche, ó la multitud puede obligarles á presentar batalla formal: y así, que considera ser convenientes mil hombres, atendiendo tambien á no saberse con certidumbre si estos españoles querrán entregarse ó mantenerse allí con el dominio que han establecido.
Después de frecuentes combates, emboscadas, escaramuzas y hasta batallas campales en que la brigadiera dio pruebas de ser consumada estratégica, muy superior por cierto a su marido, que no pasaría jamás de mediano general de división, a los tres fieles y antiguos servidores se les dio la absoluta, y a Miguel... también se la dieron. Veamos de qué modo. Tenía Julita dos años, poco más o menos.
Cogían, pues, y cogen al presente su breviario debajo del brazo, y con una cruz en la mano se ponían y ponen en camino sin otra prevención ó mataloje que la esperanza en la Providencia Divina, porque allí no había otra cosa; llevan en su compañía veinte y cinco ó treinta cristianos nuevos que á los Padres servían y sirven de guías é intérpretes, y con los paisanos hacían oficio de Predicadores y Apóstoles y caminan ya las treinta, ya las cuarenta leguas, siempre con una hacha en la mano para desmontar y abrir camino por la espesura de los bosques; otras veces encontraban lagunas y pantanos que pasaban á pie con el agua á la boca, y para dar ánimos á los neófitos eran los primeros en vadear los ríos ó en arrojarse por los despeñaderos más difíciles, ó en entrar en las grutas y cuevas con sobresalto y susto de estar allí escondidas las fieras ú hombres; y después de tantas fatigas y trabajos no hallaban á la noche para repararse otro regalo que algunas raíces silvestres con qué romper el ayuno, y algunos días no tenían con qué apagar la sed, sino un poco de rocío que quedaba entre las hojas de los árboles, y por cama la tierra dura, sin otro reparo contra los rigores de la noche, que la sombra de un árbol ó una estera sostenida de cuatro palos; y últimamente en continuo temor y riesgo de la vida, porque los bárbaros, asombrados con el temor, juzgaban que eran sus enemigos los Mamalucos del Brasil, vestidos de Jesuitas y por eso están siempre con la macana en la mano ó con las flechas á punto, ó si no en emboscadas para quitarles la vida sin que los defiendan los neófitos.
Embajada de los indios Penoquís al P. Arce; invítanle á que pase á sus tierras para abrazar la ley de Jesucristo I 89 Embarque de Misioneros para las Indias II 132 Emboscadas que preparaban los indios para robar á los españoles las armas y útiles de labranza I 69 Encuentra el P. Arce los cadáveres de sus compañeros II 113
Tenía el mismo temperamento de su glorioso padre, enemigo irreconciliable de las traiciones y emboscadas. Naturalmente, ¿qué había de pasar? prosiguió el artista en un tono de voz indefinible, pues no se sabía si quería llorar o reir. Al mismo tiempo pasaba la navaja con suavidad por la garganta del bizarro mancebo para despojarle de algunos pelos importunos. ¡Naturalmente!
Los periódicos de la época no dijeron nada, empero, sobre las conexiones de Facundo con aquel movimiento; y cuando Huidobro se retiró a sus acantonamientos, y Arredondo y otros caudillos fueron fusilados, nada quedó por hacerse ni decirse sobre aquellos movimientos; porque la guerra que debían hacerse entre sí las dos fracciones de la República, los dos caudillos que se disputaban sordamente el mando, debía serlo sólo de emboscadas, de lazos y de traiciones.
Precisamente el trabajo de maquiavelismo más refinado del Arcediano consistía en mantener en la apariencia buenas relaciones con «el déspota», pasar como partidario suyo y minarle el terreno, prepararle una caída que ni la de don Rodrigo Calderón. Vastísimos eran los planes de Glocester, llenos de vueltas y revueltas, emboscadas y laberintos, trampas y petardos y hasta máquinas infernales.
Palabra del Dia
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