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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Dió y pronunció esta sentencia el excelentísimo señor don Manuel de Amat y Juniet, caballero de la Orden de San Juan, del Consejo de su Majestad, su gentilhombre de cámara con entrada, teniente general de sus reales ejércitos, virrey, gobernador y capitán general de estos reinos del Perú y Chile; y en ella firmó su nombre estando haciendo audiencia en su gabinete, en los Reves, a 11 de agosto de 1772, siendo testigo don Pedro Juan Sanz, su secretario de cámara, y don José Garmendia, que lo es de cartas.
Escucháronse á la vez gritos de triunfo y lamentos, imprecaciones y vivas. Como dos ríos impetuosos que caen de la montaña y sus aguas se tropiezan en el valle con fragoroso estruendo que se oye á lo lejos, así los dos ejércitos rivales cayeron el uno sobre el otro. Igual furor los anima: el mismo deseo de gloria agita sus corazones.
Las estaturas eran tan desacordes, que la bayoneta del enano tocaba los doblados hombros del gigante. Por la desigualdad, por la irregularidad, por el valor ciego y salvaje, por la fe estúpida y la sobriedad casi inverosímil, a ningún ejército conocido podrían compararse, como no fuera a los ejércitos de Mahoma. A la mañana siguiente salieron muchos para Urdax.
La indignación de don Marcelo tomaba otra forma cuando su esposa le repetía las noticias de su hermana. ¡Todo mentira!... La guerra marchaba perfectamente. En la frontera del Este, los ejércitos franceses habían avanzado por el interior de Alsacia y la Lorena anexionada. Pero ¿y Bélgica invadida? preguntaba doña Luisa . ¿Y los pobres belgas?
La civilización continuó no consiste únicamente en una gran industria, en muchos barcos, ejércitos y numerosas universidades que sólo enseñan ciencia. Esa es una civilización material. Hay otra superior que eleva el alma y no permite que la dignidad humana sufra sin protesta continuas humillaciones.
La Europa entera se ha puesto sobre él: ¿qué será de esta desgraciada Francia, invadida por innumerables ejércitos extranjeros que ha provocado al mismo tiempo, así en España, como en Rusia y Alemania? ¡Dios mío! ¡cuán cara tienen que pagar los pueblos la pretendida gloria de los conquistadores y de los ambiciosos!
Viéndole, pues, caído en el suelo, y que ya los pastores se habían ido, bajó de la cuesta y llegóse a él, y hallóle de muy mal arte, aunque no había perdido el sentido, y díjole: ¿No le decía yo, señor don Quijote, que se volviese, que los que iba a acometer no eran ejércitos, sino manadas de carneros? -Como eso puede desparecer y contrahacer aquel ladrón del sabio mi enemigo.
Con que así, crean ustedes, si les da la gana que fue una muchacha la que capitaneó los feroces ejércitos de los bárbaros. En cuanto a canciones profanas y malsonantes, sepa usted que no le pegan ni a mi edad ni a mi modo de pensar. Pero los hombres tienen siempre los oídos abiertos a las cosas amorosas. ¡Yo!, Rosita, ¡Jesús! Mire usted que se ha equivocado de medio a medio.
Aunque la noche estaba muy tranquila y el cielo tachonado de innumerables estrellas, el frío era tan intenso que había cerca de una pulgada de escarcha en los cristales. Fuera se oía el «¿quién vive?» de los centinelas, las pisadas de las patrullas, y, en las cumbres de alrededor, los aullidos de los lobos, que seguían a nuestros ejércitos por centenares desde 1812.
Ottokar sale, en efecto, al campo, y en el acto segundo se observan al obscurecer los dos ejércitos enemigos antes de trabarse la batalla decisiva. El emperador Rodolfo recibe en su tienda á un adivino, que ha solicitado el permiso de entrar, y que le anuncia su próxima victoria, y la elevación posterior de la casa de Ausburgo.
Palabra del Dia
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