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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Bueno, pues me voy... me duele la cabeza... no estoy para nada.... Pero no se lo digas a mi madre.... Si sabe que dejé el despacho tan pronto... creerá que estoy enfermo.... Sí, sí, eso sí. ¡Ah! oye; la licencia para el oratorio de los de Páez, ¿vino ya? Sí. ¿Está corriente, puedo llevármela ahora? Ahí la tienes, en ese cartapacio. ¿Va en regla todo? ¿Podrá doblar el coadjutor de Parves?...
Sus médicos son como los adivinos, pues estando alguno enfermo, sea del mal que fuese, llaman á la médica, y puesta al pié del enfermo, y todos los amigos y parientes en rueda, toma la dicha médica unos cascabeles en la mano y comienza á sonarlos, cantando al mismo tiempo, á lo que todos responden: y de ahí á poco rato comienza á quejarse y torcerse toda con muchos visajes, y comenzando á chupar la parte que al enfermo le duele; está así mucho rato, prosiguiendo los demas cantando.
No es eso lo que a mí me duele ni por lo que he venido. »Calláronse entonces; y como los vi dispuestos a escucharme, díjeles al punto, palabra más o menos: » Hay en el anónimo ese un alcance más hondo que el que se ve, tomado el papel en la sencillez de su contenido. Parece la obra de un amigo indiscreto, y es un puñal envenenado que ha producido en mi casa dos heridas mortales.
Abreviaré mi relato, gentleman, pues me duele recordar este período, el más vergonzoso de nuestra historia. Los pueblos vivían regidos por los hombres; las armas estaban en manos de los hombres; el trabajo lo organizaban y reglamentaban los hombres ... ¿qué otra cosa podía ocurrir?... Los herederos del emperador organizaron cada uno á su placer el pedazo de tierra que les tocó en el reparto.
Debéis estar satisfechos de vuestra obra. Bien sabe Dios dijo Inés que me duele en el alma de todo lo que te pasa; pero ni el Conde ni yo tenemos la culpa. Tú y Braulio sois muy extraños, cada cual a su manera; ambos os quebráis de sutiles, os pasáis de listos y os excedéis en el imaginar. Aquí no ha habido propósito deliberado de mi parte, ni de parte del Conde.
Acercose a doña Gertrudis y le dijo al oído: Mamá, me duele muchísimo la cabeza. ¡Ay, hija de mi alma, te compadezco! A mí se me está partiendo también de dolor. Quisiera irme a acostar. Pues ve, hija mía, ve; yo diré que te has sentido un poco indispuesta. Adiós, mamaíta. Que pases buena noche.
Figúrese si habrá mozas guapas allá en Sevilla, de las de mantón y flores en la cabeza, de aquellas que tanto me gustaban antes, que mirarán como una felicidad ser amadas por el Gallardo... Lo mío se acabó. A usted le duele en su orgullito de hombre famoso acostumbrado a los éxitos, pero así es; se acabó: amigo y nada más. Yo soy otra cosa. Yo me aburro y no vuelvo nunca sobre mis pasos.
Mirada torva, dificultad en el hablar, como si no se acordase de las palabras, y un apretón de manos que aún me duele. Pero me dio las gracias como pudo al saber por Nélida que yo y otro señor compatriota mío habíamos tenido grandes atenciones con ella. Hasta me ha invitado a que vaya a pasar unos días en su estancia. ¡Qué vida ésta del Océano! ¡Qué cosas ha visto el buque!...
El pobre de la pierna es el que lo pasa regularmente. Porque aquello no duele. Lleva su pierna por delante como si fuera una cosa bonita que el público desea conocer. Hay mucha miseria observó la dama, tomando el tema por otro lado , y los que tenemos qué comer nos quejamos de vicio. Mientras más padezcamos aquí, más gozaremos allá.
Pensamos demasiado en nuestra debilidad y acabamos por padecerla; creemos que se nos va la cabeza, que nos duele el corazón y que se nos vicia la sangre, y de tanto decirlo y pensarlo nos vemos agobiados de crueles sufrimientos.
Palabra del Dia
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