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Actualizado: 5 de junio de 2025
Demasiadamente confiado dormí yo aquella noche y dejé transcurrir el día siguiente. Por la tarde, poco antes de oscurecer, me fui a situar al puente de Triana, donde Paca me había dicho que la esperase para darme cuenta del resultado de la carta y de sus gestiones. Era la hora de más animación en aquel paraje. Los obreros y obreras de Triana que trabajaban en Sevilla tornan a sus casas.
No dormí aquella noche, y vestido, echado sobre el lecho, esperé el nuevo día. A las nueve de la mañana entraba Martín en mi cuarto. Qué temprano te has levantado hoy me dijo. En efecto, he madrugado le repuse. ¡Vaya un placer! ¿Vas a comer a casa? Sí, voy. ¡Hola! ¿ya estabas prevenido? me preguntó. Sí, Valentina me invitó anoche.
Dormí, y soñé, y el sueño la tercera Causa le dió principio suficiente, A mezclar el ahito y la dentera. Sueña el enfermo, á quien la fiebre ardiente Abrasa las entrañas, que en la boca Tiene de las que ha visto alguna fuente. Y el labio al fugitivo cristal toca, Y el dormido consuelo imaginado Crece el deseo, y no la sed apoca.
¿Los ojos de un joven suicida que fumó heroicamente su pipa, expresan acaso desesperado valor? Es posible. De todos modos, el padrastrillo, después de mirarme fijamente, se encogió de hombros, levantando hasta mi cuello la sábana un poco caída. Me parece que mejor haría en ser amigo de este microbio murmuró. Creo lo mismo le respondí. Y me dormí.
Al alejarse Enriqueta de mi lado experimenté un triste vacío dentro de mi alma. A los pocos momentos oí se cerraba su camarote. Dormí aquella noche, pero no cual la anterior: soñé que Enriqueta y yo arrancábamos juntos las gramas de la tumba de su padre. Al amanecer del día 7 teníamos á la vista un extenso caserío.
Blanca de ropas y limpia como un sol era mi cama; pero ¡qué fría... y qué dura me pareció! Sin embargo, dormí toda la noche de un solo tirón; pero soñando mucho y sobre muchas cosas a cual más extravagante. Recuerdo que soñé con el oso del Puerto; con desfiladeros y cañadas que no tenían fin, y tan angostas de garganta, que no cabía yo por ellas ni aun andando de medio lado.
El timbre fresco de la voz de Lucía le volvió a sugerir la misma reflexión de antes. Imposible parece que esté casada. Cualquiera pensará que sale de un colegio. Y, de recio, preguntó: Vamos a ver, señora; ¿dónde dejó usted a su marido? ¿Lo recuerda usted? ¿Qué sé yo? Si me dormí.... ¿Y dónde se durmió usted? ¿No lo sabe usted tampoco? En la estación donde cenamos.... En Venta de Baños.
¡Ah! ¡no! es cierto que esta noche, por las estocadas, anduve huído y no dormí; pero... he descansado ya... os fuísteis irritada, y yo no me resignaba á no volveros á ver si no me volvíais á vuestra gracia.
Le pagué lo que me dijo y me acosté. Seguía lloviendo; el agua azotaba los cristales, el viento silbaba furioso, dando unas notas de tiple extraordinarias. Me metí en la cama y me dormí al momento. Me desperté antes del amanecer con un sobresalto. Me asomé a la ventana; no llovía; me vestí rápidamente y bajé las escaleras.
Una vez resuelto que me ejecutarían al día siguiente, la única idea que se apoderó de mí fue la de morir con serenidad y entereza; y en efecto, demostré, al decir de todos los que me rodeaban, un gran carácter durante las horas de la capilla. Comí y dormí tranquilamente, y pasé algunos ratos departiendo con los redactores de La Correspondencia.
Palabra del Dia
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