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Los rayos de la luna prestaban a la belleza de la joven un no qué de fantástico; y los hombres, que nos pirramos siempre por esas fantasías de carne y hueso, la echaban una andanada de requiebros, a los que ella, por no quedarse con nada ajeno, contestaba con aquel oportuno donaire que hizo proverbiales la gracia y agudeza de la limeña.

Era de temperamento bilioso, soberbio, despreciativo como ella, confiado en su dinero, y poseía un donaire maligno que le daba prestigio entre las damas. Gracias a estas cualidades, Clementina no se cansó de él tan pronto como de los otros. Al cabo de dos años, sin embargo, cuando faltaban sólo algunos días para realizarse el matrimonio, rompieron de un modo sonado y hasta escandaloso.

Nunca á disparidad abre las puertas Mi corto ingenio, y hallalas contino De par en par la consonancia abiertas. Cómo puede agradar un desatino Si no es que de proposito se hace, Mostrandole el donaire su camino? Que entonces la mentira satisface Quando verdad parece, y está escrita Con gracia, que al discreto y simple aplace.

Vagaba á la sombra de los árboles, resbalando sobre el fresco césped, cuando vió que se acercaba una pastora, guiando dos docenas de ovejas con alguno que otro cordero, y un perro que le servía de custodia y compañía. La pastora se ocupaba, andando, en tejer una corona de flores que traía en la falda, y era tanta su hermosura, donaire y elegancia, que la pluma se quedó absorta.

La capona no fué sino la chacona remozada, según se colige por estos versos de Salas Barbadillo en su Entremés del Prado en Madrid y Baile de la Capona: «D.ª JULIA. ¿Puede haber cosa buena si es capona? ROBLEDO. Sólo una que llaman la chacona. D.ª TOMASA. La chacona ¿no es baile muy antiguo? ROBLEDO. Remozóla un capón con gran donaire.

Pide un prólogo a Cañete, y este señor, que jamás se niega a tales cosas, dice al frente del libro en lenguaje castizo que hay en él composiciones muy lindas, y las cita; que el autor muestra por lo general mucha «elegancia, donaire y estro», y que el joven mosquito, si no se desgracia, llegará a ser un moscón insigne.

Pero no puedo pensar qué es lo que vio esta doncella en vuestra merced que así la rindiese y avasallase: qué gala, qué brío, qué donaire, qué rostro, que cada cosa por déstas, o todas juntas, le enamoraron; que en verdad en verdad que muchas veces me paro a mirar a vuestra merced desde la punta del pie hasta el último cabello de la cabeza, y que veo más cosas para espantar que para enamorar; y, habiendo yo también oído decir que la hermosura es la primera y principal parte que enamora, no teniendo vuestra merced ninguna, no yo de qué se enamoró la pobre.

No tardó el conde en fijarse en la linda muchacha, cuyo donaire y gracejo no podía pasar inadvertido, y llamándola aparte le dijo estas mismas palabras: ¿Qué haces aquí? Señor, estoy sirviendo de moza. Y como viera el Asistente que contestaba con turbación, añadióle: Mira que soy el conde de Puñonrostro y si no me cuentas la verdad tengo que mandarte dar doscientos azotes...

El barbero, que era leído, escribido y muy redicho; la encajera, que la daba de fina, y la comadrona, que gastaba unos chistes del tamaño de su panza, compitieron en donaire burlándose de la rusticidad del mozo.

Hicieron la demanda, algo como la primera figura de la cuadrilla con mucho garbo y donaire, rivalizando ellos en gravedad y ellas en sonrojo y vino el alegre que permitió a un aficionado, mientras las dos parejas valsaban, lanzar su nota quejumbrosa: Las estrellas en el cielo forman corona imperial. Mi corazón por el tuyo y el tuyo ¡no por cuál!