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Actualizado: 11 de julio de 2025
El otro descendía hasta el mar como un caos de rocas y tierras sueltas, sin más que algunos pinos retorcidos que se aferraban al suelo, empeñados tenazmente en prolongar su agonía. La miseria y el abandono de esta lengua de tierra arrancaban una mueca dolorosa al coronel cada vez que tendía su vista por encima del muro divisorio.
Demasiado bueno, si se tenía en cuenta el carácter raro del que estaba allá dentro. Por esto doña Manuela dijo con expresión dolorosa: Mira, Visanteta, no te extremes mucho. Mi hermano es capaz de comer de mala gana si ve aquí lo que él llama lujos. Con lo puesto hay bastante. Ahora saca del cajón los cubiertos de plata. Los antiguos, ¿sabes...? no te equivoques.
Otras se quedaba embelesada mirándola con dulce e inefable sonrisa, y entonces Julián recordaba siempre las imágenes de la Virgen Madre, atónita de su milagrosa maternidad. Mas los instantes de amor tranquilo eran breves, y continuos los de sobresalto y dolorosa ternura. No consentía a Perucho acercarse por allí.
Estaba ahí sentado, donde tú estás. Al principio me oía irónicamente, con aquella sonrisa dolorosa que le caracteriza; pero cuando le conté lo que te voy a contar a ti, se transformó. Lloraba como un chico. No creía que tuviera el corazón tan blando. Yo mismo me conmoví. ¿Y a qué se refiere lo que me va usted a contar? Se refiere al padre y a la madre de Machín. ¿Los ha conocido usted? Sí.
María Teresa se inclinó y rodeando con su brazo la cabeza de su padre, lo contempló con inquietud. Aquella fisonomía dolorosa, poblada por una barba gris y mal cortada ¿era el rostro de antes? Tan rápido cambio, en un ser tan querido, la conmovió profundamente.
Estaba a veces adormilado en los bancos del pasillo o en el sofá de la sala, y cuando oía que, bajo los chillidos agudos de Narcisa o bajo las sinrazones de su madre, temblaba como un pajarillo la fresca voz de Carmencita, corría hacia ellas, recatándose detrás de las puertas o a la sombra de las paredes para no perder ni un detalle de la escena dolorosa.
La retiró, se volvió lentamente, quitó la música del atril para colocarla sobre el piano, todo con pausa y mesura, y me miró de nuevo con esforzada y dolorosa sonrisa: ¿Y si yo... le pidiera que no se fuera?...
Me dice el corazón que sí, y por supuesto, te doy palabra de honor de que no haré nada, absolutamente nada que pueda enojarte. Vienes a casa de un caballero. Te he querido, te quiero, y haré los imposibles por demostrarte que estoy resuelto a poner remedio a tan dolorosa y difícil situación. Piensa que vas a decidir de los dos para siempre y ven sin miedo y quema este papel. Por Dios, no faltes.
Coronaba el estrado un magnífico cuadro de la Dolorosa, Nuestra Señora del Recuerdo, titular del colegio, y a su derecha presidía el acto el cardenal arzobispo de Toledo, bajo riquísimo dosel, y el rector y profesores del colegio sentados en tomo.
¿Pero no hay medio de poder evitar esto? gritó, aterrada. ¡La muerte de mi pobre padre es, ciertamente, demasiado dolorosa sin necesidad de que venga esta segunda desgracia a aumentar la aflicción! Me hablaba con la misma franqueza que lo hubiera hecho con un hermano, y comprendí, por su modo vehemente, ahora que sus sospechas se habían confirmado, cuán grande y completa era su desesperación.
Palabra del Dia
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