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Actualizado: 8 de junio de 2025
Deseaban todos que terminase cuanto antes el desfile de los cartelones grasientos. Entre las delicadas criaturas que ocupaban las galerías altas hubo ciertos conatos de desmayo. Las matronas sacaban sus frasquitos de sales para reanimar el dolorido olfato. En el estrado de los senadores se oyó la voz del terrible Gurdilo.
Ni aun viéndole tan abatido cejó Doña Francisca en su tarea de mortificación, y el día de mi llegada oí que le decía: «Bonita la habéis hecho... ¿Qué te parece? ¿Aún no estás satisfecho? Anda, anda a la escuadra. ¿Tenía yo razón o no la tenía? ¡Oh!, si se hiciera caso de mí... ¿Aprenderás ahora? ¿Ves cómo te ha castigado Dios? Mujer, déjame en paz contestaba dolorido mi amo.
Rompimos los tres la marcha por el mismo camino que había traído yo la noche de mi llegada a Tablanca, tan a oscuras como entonces, aunque mejor acompañado y menos dolorido de riñones.
Esta señora dijo una frase que se quedó grabada en la mente de cuantos la oímos, grito absurdo y dolorido del egoísmo contra la maternidad, y que si no fuera una paradoja, sería blasfemia contra la Naturaleza y la especie humana.
Pero ¡ay! no pude contemplarla. Seguí adelante, y seguí dulcemente impresionado. Me parecía que oía yo detrás de mí el ruido de la ondulante falda de muselina. No tuve valor para volver el rostro. ¿Por qué en aquel momento pensé en Matilde, la dulce niña de mi primer amor? ¡Ay! ¿por qué creí ver delante de mí un rostro apenado, lloroso y dolorido, el rostro de Angelina?
Del nuevo desastre brotaron nuevas llamadaras de dolorido amor, un loco anhelo de redimir de una vez para siempre la santidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el proceso de los dos mayores. Mas, por encima de su inmensa amargura, quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos.
Salvador la encontró al salir de la iglesia; iba Carmen con doña Rebeca y el marino. La señora llevaba un semblante dolorido y amargo como si estuviera bajo el peso de alguna gran desgracia. Fernando parecía un poco triste; su habitual sonrisa era algo forzada. Sólo Carmen iba poseída de íntimo gozo lleno de fulgores.
Yo soy para vos ese demonio tentador que embriaga, que no se puede apartar de la memoria, que no merece ser amado y que no se ama, pero que se desea, que se desea con una sed insoportable, que hace arder nuestra cabeza en una fiebre dolorosa, y gemir nuestro pecho que respira mal, que está dolorido... y al mismo tiempo soy para vos la pobre mujer que ningún mal os ha hecho, á quien veis sufrir de una manera desesperada, cuyas lágrimas no podéis secar, cuyo corazón no podéis dilatar, cuya agonía no podéis curar; un deseo vehemente... una compasión profunda... eso es lo que yo inspiro... ¡amo! ¡amor! ¡oh!
¿Qué ha de ser sino la procesión? dijo el Doctrino. Lázaro se levantó dolorido, porque con la molesta posición que en el sueño tomó, parecía que se le había roto el espinazo. Abrieron el balcón y miraron. Doña Leoncia entró en el cuarto del poeta dando alaridos y manoteando.
Gabriel tosía, con el espinazo dolorido por el encierro en la movible mazmorra, y la majestad de la marcha turbábase con las voces de mando del canónigo Obrero, que, con vestiduras rojas y una vara en la mano, dirigía la procesión, reprendiendo muchas veces, por sus movimientos desordenados, a los timoneles y a los que impulsaban el catafalco.
Palabra del Dia
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