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Actualizado: 29 de octubre de 2025


Pero su tendencia á desafiar el peligro, á no vivir como los demás, le hizo encontrar un profundo encanto á esta existencia novelesca. La doctora ya no emprendió más viajes. En cambio aumentaban sus visitantes. Algunas veces, cuando Ulises intentaba dirigirse hacia sus habitaciones, le detenía Freya. No vayas... Tiene una consulta.

«¡Esta que era resolución firme! Iba a ser buena, buena, de Dios, sólo de Dios; ya lo vería el Magistral. Y él, don Fermín, sería su maestro vivo, de carne y hueso; pero además tendría otro; la santa doctora, la divina Teresa de Jesús... que estaba allí, junto a su cabecera esperándola amorosa, para entregarle los tesoros de su espíritu».

A pesar de la seguridad con que dijo esto, Ferragut sintió la tentación de gritar: «¡Mentira!...» Luego se quedó contemplando sus ojos audaces, rasgados y negros, fijos en él. Empezó á dudar... Tal vez decía verdad. Otra vez se sintió atraído por el palabreo de la doctora. Hablaba en francés, repitiendo sus elogios á la patria de Ferragut.

Semanas después, la iracunda doctora se había mostrado amable y sonriente, lo mismo que en otro tiempo. «Querida mía: conviene que usted un paseo por Francia. Hace falta un agente que nos entere del movimiento de los puertos, de la salida y entrada de los buques, para que nuestros sumergibles sepan dónde esperar.

Parecía olvidar su frialdad al despedirse en Salerno, el cuidado que había tenido en ocultarle las señas de su domicilio. Ferragut tampoco se acordó de esto, gratamente conmovido por la amabilidad de la doctora. Se había sentado entre los dos, como si quisiera protegerles con toda la majestad de su persona y el afecto de sus ojos. Era una madre para su amiga.

Si no puedo ir, ya nos encontraremos... El mundo es pequeño. Su pensamiento no llegaba más allá de este sacrificio exigido á Ferragut. Luego, ¿quién podía saber dónde iría ella á parar?... Dos tardes después, la doctora y el conde llamaron al marino. La voz de la dama, siempre bondadosa y protectora, tomó esta vez un leve acento de mando.

no has podido comprenderme; ignorabas la verdad... Cuando te encontré en el camino de Pestum fuiste para un recuerdo del pasado, un fragmento de mi juventud, de la época en que sólo conocía vagamente á la doctora y no me había comprometido aún en el servicio de «informaciones»... Al principio me entretuvo tu entusiasmo amoroso.

También á empiezan á considerarme como á una enemiga continuó la mujer . No me lo dicen, porque entre nosotros es cosa corriente ocultar los pensamientos; pero lo adivino en la frialdad que me rodea... La doctora sabe que te amo lo mismo que antes, á pesar de la cólera que ella siente contra ti.

Cuando su amante le llevó otra vez á la casa de la doctora, fué recibido por ésta lo mismo que si perteneciese á su familia. Ya no tenía por qué ocultar su nacionalidad. Freya le llamó simplemente Frau Doktor. Y ella, con un entusiasmo verbal de profesora, acabó de catequizar al marino, explicándole el derecho y la razón de su país al entrar en guerra con media Europa.

Se inclinó, ó más bien dicho, se dobló en ángulo, con brusca rigidez, al besar las manos de las dos señoras. Luego se llevó un monóculo de impertinente fijeza á uno de sus ojos, mientras la doctora hacía las presentaciones. El conde Kaledine... El capitán Ferragut.

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