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Actualizado: 29 de octubre de 2025


Ulises quiso decir que también era éste su viaje, pero tuvo miedo á la doctora. Además, la excursión era en un vehículo alquilado por ellas, y no le concederían un asiento. Freya pareció adivinar su tristeza y quiso consolarle. Es un viaje corto. Tres días nada más... Pronto estaremos en Nápoles. La despedida en Salerno fué breve. La doctora se abstuvo de indicarle su domicilio.

La doctora le había dicho muchas veces que Alemania no conocería nunca el hambre, gracias á su organización, y que podía resistirse años y años con el consumo de sus propios productos. Así es contestó la dama . Pero la guerra hay que hacerla feroz, implacable, para que dure menos. Es un deber humano aterrar á los enemigos con una crueldad que vaya más allá de lo que puedan imaginarse.

¿Dónde iré si me abandonas?... Si me quedo en España, continúo bajo la dominación de la doctora. No puedo volver á los Imperios donde pasé mi vida; todos los caminos están cerrados, y en aquellas tierras renacería mi esclavitud... Tampoco puedo ir á Francia ó Inglaterra: tengo miedo á mi pasado.

Al fin se deslizó discretamente, siguiendo el llamamiento de una mano asomada á un cortinaje. La doctora preparaba el y pedía auxilio. La conversación continuó, sin hacer alto en estas ausencias. Kaledine había abandonado los mares asiáticos para pasar al Mediterráneo, y se anclaba en él con una insistencia admirativa.

Llevaba muchos días sin verte; vivía fuera del hotel, en casa de la doctora, para no tropezarme con mi flirt. Y esa mañana me levanté muy triste, con un pensamiento fijo: «¡Pobre capitán!... Vamos á darle un poco de felicidadEstaba enferma aquel día... ¡enferma de ti! ahora lo comprendo.

Hubo un largo silencio después de las palabras poco cordiales cruzadas entre los dos. Pero la doctora no parecía tenaz en sus rencores y siguió hablando: He tenido que improvisar un ligero desayuno con lo que encontré más á mano. Perdone usted su frugalidad y su monotonía.

Razón tiene la mística doctora Santa Teresa cuando pondera los grandes trabajos de las almas tímidas que se dejan turbar por la tentación: pero es mil veces más trabajoso el desengaño para quienes han sido, como yo, confiados y soberbios. Templos del Espíritu Santo son nuestros cuerpos, mas si se arrima fuego a sus paredes, aunque no ardan, se tiznan.

La pobre Alemania no hacía mas que defenderse... Repitió Ferragut todo lo que había escuchado en casa de la doctora, para terminar con tono de reproche: ¿Y estás al lado de los ingleses, Tòni? ¿, un hombre de ideas avanzadas?... Se rascó la barba el piloto con una expresión de perplejidad, rebuscando las palabras fugitivas. No ignoraba lo que debía responder.

El tren corría por la costa, teniendo á un lado el desierto azul del golfo de Salerno y al otro las montañas rojas y verdes, manchadas de blanco por aldeas y caseríos. Todo lo abarcó la doctora con sus vidrios fulgurantes. ¡País de bandidos! dijo mostrando el puño . ¡Tierra de mandolinistas, sin palabra y sin gratitud!...

Sus gestos y sus palabras evocaron en la memoria de Ulises la imagen de la doctora increpando á la tierra italiana desde una ventanilla del vagón el primer día en que se hablaron. Estaban las dos mujeres en Nápoles, entreteniendo su inútil espera con viajes á las poblaciones cercanas, cuando encontraron al marino.

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