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Y sus dos compatriotas, a pesar de la distracción que les había producido el incidente de Maltrana, continuaron gritando con expresión burlona: «¡Tongo... tongo!». Sintióse molestado Isidro por las murmuraciones de estos «queridos amigos» que habían asistido al encuentro por benevolencia suya.

Estaba seria, tenía los ojos enrojecidos como si no hubiera dormido la noche anterior o hubiera llorado algunos minutos antes de llegar yo. Tenía el aspecto de tranquilidad y recogimiento que le era propio muchas veces, en momentos de distracción que revivían en ella la colegiala de otros tiempos.

La visita del señor de Couprat ha abierto a su espíritu horizontes nuevos, que ya habían clareado con la lectura de algunas novelas. Le hace falta distracción. ¡Distracción! ¿Y dónde queréis que halle yo eso? No me puedo mover: estoy enferma. Por eso, señora, no cuento con usted para distraerla. Es necesario escribir al señor de Pavol y rogarle quiera tener a Reina en su casa durante algún tiempo.

La ingenua y antigua usanza de reclamar el autor en la primera página de su obra, la indulgencia del lector, ha caido en desuso desgraciada ó afortunadamente. Aun á riesgo de aparecer desafecto á la moda actual, recomiendo aunque tarde mi humilde libro á la benevolencia de quien le hojee, ora sea con distraccion.

El más pequeño de los niños chocó contra la diestra del torero un hocico rojo, recién frotado por la madre con motivo de la visita. Gallardo le acarició la cabeza con distracción. Uno de los muchos ahijados que tenía en España. Los entusiastas le obligaban a ser padrino de pila de sus hijos, creyendo asegurar de este modo su porvenir.

Y el señor de Tapón, sobrecogido, pero con mucha dignidad, aseguró, puesta la mano sobre el pecho, que había sido una distracción, que lo había hecho sin poderlo remediar... Pues sin poderlo remediar se quedará usted hoy sin postres..., y mañana, por supuesto, sin campo...

Paco Gómez jugaba con una condescendencia displicente, como hombre que se adelantaba mucho a su época, cometiendo mil torpezas y desaciertos que demostraban la distracción que caracteriza a los seres superiores. En cambio, Núñez tenía puestos los cinco sentidos. No se vio jamás hombre más erudito en aquellas materias ni que las tratase con más profundidad.

Después de enjugarlas cuidadosamente, volví de nuevo el rostro hacia los transeúntes, buscando distracción a mi tristeza. Apenas lo había hecho, enfilando la vista por el puente en dirección a la ciudad, veo a lo lejos una colosal nariz que se oculta detrás de la gente, y vuelve a ocultarse, y vuelve a aparecer, aproximándose siempre. Aquella nariz no podía pertenecer, lógicamente, a otro que a Eduardito.

No consentía que se hiciera pausa en nuestra conversación. Me acordé entonces de la sonrisa de Villa cuando le hablé de ella y empecé a explicármela. Observando mi distracción, me dijo: ¿Qué es eso? ¿Repara usted en la seriedad de Villa? Siempre le pasa igual. En cuanto llega Isabel, concluyen las guasitas. Se queda con una cara larga, larga, que da pena mirársela...¡Pobrecillo!

Usted sabe muy bien, mi oficial, que el hombre que manda durante mucho tiempo un barco de vela, llega a mirarle como una cosa viva; el Viejo así lo creía, y hablaba con su Dragón más que con su gente. Consideraba a su corbeta como si fuera su mujer, su novia o su querida. La única distracción de Zaldumbide era jugar con Marí Zancos, una mona que le había regalado un capitán español.