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Sobrina, yo no si tengo ó no la honra de conocer á la familia de esta señorita, cuyo apellido no me has dicho. ¿Cómo un forastero recién llegado ha de adivinar la familia de quien sólo sabe que se llama Clori en poesía y Clara en prosa? ¡Ay, es verdad! ¡Qué distraída soy! No había yo dicho á V. cómo se llamaba mi amiga. Pues bien, tío: esta señorita se llama Doña Clara de Solís y Roldán.

Toda la vecindad veia en su semblante muestras de pena y desazon. Asunto concluido; este hombre se ha suicidado. Asesinato no puede ser, estaba tan cerca de su casa.... ademas que un asesinato no se comete de esta manera.... Una desgracia es imposible, porque él conocia muy bien el terreno; y por otra parte, no era hombre que anduviese precipitado ni con la vista distraida.

Afortunadamente, la muchacha, distraída por los extraordinarios sucesos de aquel día, no había notado la brutal impresión que estaba causando en Andrés. A la hora oportuna bajaron las señoras a la estación, y Carmen se quedó sola. Ella nunca salía sino a la huerta o al campo.... ¿Qué iba a hacer en lugares de pública reunión una chiquilla recogida de caridad y siempre enlutada y triste?

Carlota escuchó llorosa y distraída aquellas científicas explicaciones que por el estado de su alma no produjeron el resultado que era de esperar. D. Pantaleón rebañó de su bolsillo algunas pesetas y se las dio. La situación de la infeliz muchacha era cada día más triste.

Elena estaba distraída y me pareció que acogía, con frialdad las frases cariñosas de Luciana, que estuvo, contra su costumbre, pródiga de ellas. ¿Sería la ausencia de Lautrec lo que la tenía tan preocupada? Así lo pensé y sentí renacer todas mis prevenciones. Lacante, que estaba algo delicado y andaba con dificultad, se retiró temprano con su hija.

¿Y si nada conseguís? preguntó distraida. La pregunta le hizo daño á Isagani; fijó los ojos en los de su amada, cogióle suavemente una mano y repuso: Escucha: si nada conseguimos... Y se detuvo vacilando.

Pero como ella no tenía ganas de reírse, no se rió. Guardó distraída el juguete y dio las gracias a su amigo, preguntándole después: Dime, Ramoncito, ¿crees que en este mundo hay hadas? Ramón abrió tamaños ojos, se puso muy serio, metiose ambas manos en los bolsillos del pantalón, y repuso: Yo creo que en este mundo no hay hadas, niña Lita.

Esta mañana, en la Catedral, mientras esperaba mi vez para confesarme y estaba meditando sobre los proyectos de la abuela, preguntándome si debía confiarme o no a mi confesor, fui distraída de mis pensamientos por un murmullo molesto.

El joven echó sobre su correo una mirada distraída, pero habiendo notado entre las cartas y los diarios un amplio sobre sellado con lacre blanco, hizo un gesto de inquietud. ¡Una carta de María Teresa! murmuró sorprendido. ¿Qué me escribirá? ¿Estará inquieta por mi ausencia? ¡diantre! esto no concuerda con mi proyecto de concluir.

Y la sopa se enfriaba, y al fin aparecía Visitación, sofocada, distraída, de mal humor. Venía de casa de Vegallana donde había conseguido que Ana y Álvaro se hablaran a solas un momento, por casualidad... que había preparado ella. ¡Pero buena conversación te Dios!