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Despues de lavarme y ponerme á cubierto del frio, porque hace frio, abro la ventana de mi gabinete y me fijo en un rótulo que distingo en la esquina de enfrente: Jeannin, sucesor de Sellier.

Es un espíritu quien hace guerra a mi espíritu; es la idea de su hermosura en toda su inmaterial pureza la que se me ofrece en el camino que guía al abismo profundo del alma donde Dios asiste, y me impide llegar a él. No me obceco, con todo. Veo claro, distingo, no me alucino. Por cima de esta inclinación espiritual que me arrastra hacia Pepita está el amor de lo infinito y de lo eterno.

Me ha hecho llorar esta criatura; ¡pobre Pampa! ahora me duele haberla pegado ayer, tan injustamente... ¡qué hermoso día! para estar alegre, para ser feliz... No saldré hasta que tiíta no salga, si no, me atajaría en el patio, y me molestaría a preguntas, y quizá, no me dejaría marchar, de miedo... y va a salir, porque desde aquí la veo en el comedor, de velo puesto... hasta les oigo hablar, aunque no distingo lo que dicen: ¡esto es lo que más me aflige! ¡si yo no lo merezco, viejecitos de mi alma, que así os preocupéis por ! soy un miserable, indigno de vuestro cariño, que no he sabido hacer vuestra felicidad, como era mi deber; ya lo veréis: Quilito muerto, quedaréis tranquilos, disfrutaréis en paz de vuestra rentita; y Quilito morirá, porque es un estorbo y una vergüenza para su familia, porque no quiere ser un segundo Agapo, como tiíta lo profetizó con tantísima razón... ¿otra vez llorando?... tiíta se levanta, sale... ya sonó la reja, ya está en la calle, ¿a dónde irá? a poner en práctica el medio de que me ha hablado, a arrastrarse, a cavar la tierra, como ella dice... ¡y por mi culpa! ¡ah! no merezco perdón: lo que he hecho es inicuo... no se moleste usted, tiíta: si el medio, el medio infalible, aquí lo tengo, en el bolsillo.

Es decir, distingo, distingo en nombre de la ciencia.

Más lejos, en la misma orilla, vese una gran manada de bueyes, paciendo libremente como los caballos. De vez en cuando distingo por encima de unas matas de tamariscos la arista de sus dorsos encorvados, y sus cuernecitos que se yerguen en forma de media luna.

Me encuentro sólo, olvidado, sobre una isla de arena, un medio del agua. Ni á uno ni á otro lado distingo la tierra; la curva vaporosa del horizonte une el lienzo gris del río con la bóveda del cielo. Una de las riberas está tan lejos que ni siquiera distingo las sinuosidades, y los árboles me parece que se levantan encima de las aguas como una muralla de verdura.

Pero lo que es yo, distingo perfectamente la diferencia entre tu cara y la que esa fotografía representa. ¿Pero no entre mi cara y la del grabado? La fotografía y el grabado se parecen, pero... ¿Pero qué? El grabado se parece más a ti. Mi hermano es todo un hombre, y a pesar de ser casado y de adorar a su mujer, nunca vacilaría yo en confiarle un secreto mío.

Y en cuanto á la capacidad política que da muestra de en la acción y no en la palabra, creo que debemos hacer un distingo.

Micromegas le dió á entender con mucha urbanidad, que no era fundada la conseqüencia; porque, le dixo, con vuestros ojos tan chicos no veis ciertas estrellas de quinquagésima magnitud, que distingo yo con mucha claridad. ¿Colegis por eso que no haya tales estrellas? Si lo he tentado todo, dixo el enano. ¿Y si no habeis sentido lo que hay? dixo el otro.

Hay, por otra parte, un medio muy sencillo de formular el distingo que usted busca. Cuando, por ejemplo, ve usted en el mundo una madre de familia cuidadosa de sus deberes, celosa de su dignidad, buena esposa, buena madre, y adicta de una manera absoluta a aquel cuyo nombre lleva, ¿qué piensa usted? Que está dentro de su vocación, señor cura. Tiene usted razón.