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Actualizado: 15 de junio de 2025


Soledad alzó los hombros con ademán displicente y dijo: Allá . Velázquez se sintió cada vez más turbado. Una tristeza profunda iba entrando poco á poco en su pecho. La que él imaginaba pequeña barrera fácil de saltar se trasformaba en alta, inaccesible muralla. Entonces halló en su alma palabras sumisas y fervorosas que ofreció en holocausto á aquella diosa irritada.

Casa-Vieja era blanco, de pelo castaño y lacio, de mirar displicente; no feo, pero muy marchito de cara, en la cual descollaba un gran bigote, desmayado también, y del color del escaso pelo de la cabeza. El cuerpo, bien conformado y correctísimamente vestido, por el modo de caer en la silla y el ritmo de todos sus movimientos, acusaba la propia dejadez reflejada en los ojos y en el gesto.

Me has dicho una simpleza, te he pegado un palo... Corriente... ya no hay que hablar del asunto... ¿Pasó?... Pasó. La joven se desprendió con un fuerte tirón y repitió con acento aún más grave y displicente: Está bien. Adiós. Los ojos del guapo relampaguearon.

Amalia, en vez de gozar como antes con sus gracias infantiles, parecía huirlas. Dio orden de que no se la llevasen por la mañana a la cama, según costumbre. Cuando la tropezaba casualmente en los pasillos, pasaba de largo evitando mirarla. A todo más se acercaba preguntándole con acento displicente: ¿No te has lavado todavía? Anda, ve a que te arreglen.

Si se le decía que los cocineros son más caros y gastan más, respondía: Amigo, el que no sea rico que no coma. Por lo demás, él era socialista, pero en otras materias. Cuando entraron en la cocina los señoritos, Pedro volvió a su continente habitual, al gesto displicente que usaba con las criadas y con los caseros que traían las provisiones desde la aldea, remota a veces.

Tristán comenzó a mostrarse preocupado, a emplear un estilo más conciso, que poco a poco se convirtió en displicente. Clara lo observó, pero como ya estaba acostumbrada a estos cambios repentinos de humor, que rara vez persistían largo tiempo, no hizo en ello mucho alto. Sin embargo, se trataba de asuntos que atañían a su próximo enlace y el acento de su novio sonaba por momentos más displicente.

Desde el día en que su madrina ordenó que le cortasen el pelo, Josefina pudo notar que había caído en desgracia. Ya no la besaban con trasporte, ya no satisfacían sus mínimos antojos, ya no era la preocupación constante de la casa. Amalia comenzó a contrariarla, a usar con ella un tono frío y displicente; y las criadas siguieron el ejemplo de su señora.

No es cierto; pero está muy bien la modestia, unida a la hermosura y al talento. No; si ya de sobra que no tengo talento. No te mortifiques en decírmelo. Hija, te acabo de manifestar lo contrario... En el tono displicente de Fernanda iba entrando un poco de acritud. En el del conde, pausado, ceremonioso, se advertía leve matiz de ironía. Vamos, entonces te he entendido al revés.

Por supuesto, no dejaba aquel acento displicente y aquellos modales bruscos y frases cínicas que le caracterizaban. En los breves momentos que departía con él no me habló palabra de Gloria, ni de don Oscar, ni mentó para nada aquella casa. Se contentaba con despellejar a los dueños de la en que estábamos o a cualquiera otra persona que tuviéramos delante. De tan antipático, aquel hombre daba frío.

El grito evidentemente le había asustado. En otra ventana de la misma casa apareció la vieja Señora Hibbins, hermana del Gobernador, también con una lámpara que, aun á la distancia en que se encontraba, dejaba ver la expresión displicente y dura del rostro de la señora. Esta asomó la cabeza por el postigo y miró hacia arriba con cierta ansiedad.

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