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Actualizado: 29 de mayo de 2025


La despedida a mis viejos, voy a ponerla en sitio visible... ¡ay, Dios mío! ¡cuando entren y la vean! ¡pobrecitos!... aquí, en la mesa, la haría volar el viento; ¿dónde la pondré? en la almohada, prendida con un alfiler... ¡así! ¿estoy pronto ya? saldré de puntillas, para que no me sientan, pero, antes voy a asomarme a la ventana, a ver si viene alguien... ¡Han llamado! y no he oído pasos en la escalera, ¿será papá? no, si es él, me mato aquí mismo: su presencia me sería insoportable... ¿Quién es? ¡ah! es Pampa... algún recado de tiíta Silda... el revólver aquí, en el bolsillo, bien disimulado.

El Omnipotente examinó al diminuto personaje con un regocijo mal disimulado. Se fijó en sus robustos hombros, su cabeza enorme y su amplia frente. Su mirada era orgullosa y sus labios se contraían con una mueca en la que se mezclaban el menosprecio y la adulación. Tenía á la vez algo de comediante y de rey. No parecía intimidado el chicuelo por la presencia del Creador.

El tío Frasquito recordaba haber aprendido en el Colegio Imperial, allá cincuenta años antes, aquello de Horacio: «Fecundi calices quem non fecere disertum?». Y el ponche fue aceptado con disimulado entusiasmo.

Tales incidentes variaban un poco los iguales días de la doncellita leonesa, prestando atractivo al trato de su disimulado pretendiente.

A Mesía le extrañó y hasta disgustó el entusiasmo de Ana. ¡Hablar del Don Juan Tenorio como si se tratase de un estreno! ¡Si el Don Juan de Zorrilla ya sólo servía para hacer parodias!... No fue posible tratar cosa de provecho, y el tenorio vetustense procuró ponerse en la cuerda de su amiga y hacerse el sentimental disimulado, como los hay en las comedias y en las novelas de Feuillet: mucho sprit que oculta un corazón de oro que se esconde por miedo a las espinas de la realidad... esto era el colmo de la distinción según lo entendía don Álvaro, y así procuró aquella noche presentarse a la Regenta, a quien «estaba visto que había que enamorar por todo lo alto».

La torre, que había presenciado en otros siglos ejecuciones y combates de piratas, cascarón de piedra de trágico vacío disimulado por la nítida enjalbegadura de los muros, atrajo luego la atención del muchacho. Iba hasta la puerta con lenta precaución, como si un enemigo le aguardase al pie de la escalera, y ocultando el cuerpo en el borde del muro, avanzaba sólo un ojo y parte de la frente.

No sabemos si fué efecto de la casualidad ó si lo hizo de intento; pero es lo cierto que, contra su costumbre, tenía simplemente la cabeza cubierta con un pañuelo, y que durante el diálogo sus magníficos cabellos, tesoro disimulado por el misticismo, se desataron y cayeron gradualmente por la espalda.

Para describir los malos efectos que causa en las costumbres el desordenado amor propio, es menester recurrir á la Filosofía moral, porque segun yo pienso, la inclinacion que los hombres tienen á la grandeza, á la independencia, y á los placeres no son mas que el amor propio disimulado, ó lo que es lo mismo, todas aquellas inclinaciones no son otra cosa, que el apetito que tienen los hombres de su conservacion y de su bien, pareciéndoles que le han de saciar con la grandeza, con los placeres, y con la independencia: apetito que si no se regula, como he dicho, ocasiona grandes daños.

De Pas respondía con mal disimulado despego a las coqueterías de Obdulia y no le agradecía siquiera el holocausto que le estaba ofreciendo de los obsequios de Joaquín Orgaz que ella desdeñaba con mal disimulado énfasis. A Joaquinito le llevaban los demonios. «Aquella mujer era una... tal... y lo decía en flamenco para sus adentros.

Y le mostró una especie de puñal disimulado, un estilete sutil y triangular de verdadero acero, rematado por una perla larga de vidrio que podía servir de empuñadura. «¡Entre qué gente vives! murmuraba en el interior de Ferragut la voz de la cordura . ¡Dónde te has metido, hijo mío

Palabra del Dia

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