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Si fuesen mías dijo Fuentes , construiría un estanque mayor que el del Retiro, lo llenaría de leche y navegaría por él. Nosotro no utilisamo la leche, señor, ni la manteca tampoco. La carne alguna vese la convertimo en tasaho ¿sabe? y la esportamo. Mas por lo regulá sólo sacamo partido de las piele ¿sabe? Los cuerno también los vendemo para la fabricación de los objeto de asta.

Para describir los malos efectos que causa en las costumbres el desordenado amor propio, es menester recurrir á la Filosofía moral, porque segun yo pienso, la inclinacion que los hombres tienen á la grandeza, á la independencia, y á los placeres no son mas que el amor propio disimulado, ó lo que es lo mismo, todas aquellas inclinaciones no son otra cosa, que el apetito que tienen los hombres de su conservacion y de su bien, pareciéndoles que le han de saciar con la grandeza, con los placeres, y con la independencia: apetito que si no se regula, como he dicho, ocasiona grandes daños.

El asunto que ahora se discute es de interés palpitante. Se trata de saber si la ley de Partida que regula el derecho de acrecer se refiere únicamente a las mandas o legados, o debe aplicarse también a las herencias. Pérez, demostrando su destreza en esta clase de debates, comienza a cimentar su discurso sobre bases sólidas.

Conocía ella bien el mundo que frecuentaba, que forma sus juicios y regula sus actos por los del poderoso que mira en lo alto, y creyó con razón que le bastaría presentarse una vez en público al lado de la reina y a raíz del suceso, para que todos acallasen sus escrúpulos y se apresurasen a conservarla en el puesto de honor que había ocupado siempre en la corte.

¡Ay señorito! exclamó ella, siempre rodeada de sus niños y con un quinqué de petróleo en la mano . El lujo del pobre: mucha escoba y mucho trapo. Si fuera solita, no digo que no compraría algunas cositas que nos hasen farta, y estaría regulá. Pero ¡cómo quiere uté que una porspere con esta gusanera de chico! El símil no dejaba de ser exacto.

Carece de su lozana frescura, y no parece provenir inmediatamente del alma ni llegar hasta ella, como acontece con el lenguaje de Lope y de Tirso; si había de producir ese efecto total, lo debilita, sin embargo, el giro impreso por la reflexión que lo regula, moderando con exceso los extravíos de la fantasía y del sentimiento, y limitando la fuerza de su expansión.