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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Sin embargo, doña Alvarez, que había aprendido su oficio en las grandes casas de Madrid, solía dirigirla, ante los extraños, severos apercibimientos, que ella escuchaba con mohín mentiroso de enfado, comprendiendo que todo aquello contribuía a presentarla como una joya delicadísima, como un ser exquisito y precioso rodeado de las más atildadas precauciones.
Mas como para darle cuerda y dirigirla son menester una voluntad y una inteligencia, concedámoslas á la junta directiva que á este fin creemos. Harto conozco que voy á disgustar á muchos lectores, que en no pocos voy á suscitar contra mí el desdén ó el enojo. Diré, no obstante, mi leal parecer sobre la composición y constitución de la Junta.
El tono en que se dirigía a ella ya no era el humilde y cortesano del principio: corregíala a menudo en la manera de decir, señalábala las actitudes y el gesto que debía adoptar, y a veces, cuando la actriz no comprendía bien sus deseos, llegaba a dirigirla públicamente palabras severas y miradas más severas aún. Nuestro poeta tronaba y relampagueaba ya como amo y señor.
Ella vendrá luego a dirigirla, porque yo, francamente, entiendo poco de estas cosas tan historiadas y tan recargaditas. Emilia, esa chica, es muy hábil y trabaja por poco dinero... Es una infeliz sin pretensiones, pero le da palmetazo al célebre Worth, no te creas...».
Pensaba sermonearla hasta quitarla todos los malos resabios y dirigirla por la senda de la más estrecha virtud. Con el motivo de ver a su hermana, Martín fué varias veces a casa de Ohando y habló con Catalina y doña Águeda. Catalina seguía hablándole de tú y doña Águeda manifestaba por él afecto y simpatía, expresados en un sin fin de advertencias y de consejos.
Lo que pasó por el alma de Isagani era indescriptible: ira, celos, humillacion, resentimiento rugieron en su interior; hubo un momento en que deseó que el teatro se desplomase; tuvo ganas violentas de reir á carcajadas, de insultar á su amada, provocar á su rival, armar un escándalo, pero se contentó con sentarse lentamente y no dirigirla jamás la mirada.
PANTOJA. Porque en mí tendrá usted un amparo, un sostén para toda la vida. Inefable dicha es para mí cuidar de un ser tan noble y hermoso, defender a usted de todo daño, guardarla, custodiarla, dirigirla, para que se conserve siempre incólume y pura; para que jamás la toque ni la sombra ni el aliento del mal. Es usted una niña que parece un ángel.
Perdía el hilo de los sucesos y me embrollaba el asunto. Deseando yo conocerle a fondo y por derecho, acudí a confortarla y a dirigirla con reflexiones de cariño y con preguntas de indagación minuciosa.
Hice, ante todo, que se incorporase y que se sentara en una silla, cerré por dentro la puerta del gabinete, sentéme yo enseguida junto a la infeliz mujer, y me dispuse a oírla, conforme ella lo deseaba, después de dirigirla palabras de conmiseración y de aliento. Dos partes tuvo la confesión de Facia.
El mancebo no se atrevió a hacer lo mismo: siguió su camino, no sin dirigirla vivas y codiciosas ojeadas, a las que la gentil señora no se dignó corresponder. Llegó al fin el coche, montó en él dejando ver, al hacerlo, un primoroso pie calzado con botina de tafilete, y fué a sentarse en el rincón del fondo.
Palabra del Dia
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