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JULIAN DE ALMENDARIZ no reusa, Puesto que llegó tarde, en dar socorro Al rubio Delio con su ilustre musa. Por las rucias que peino, que me corro De ver que las comedias endiabladas Por divinas se pongan en el corro. Y á pesar de las limpias y atildadas Del comico mejor de nuestra Esperia Quieren ser conocidas y pagadas.

Pero ¡amigo mío! ¡cómo ha cambiado todo! Lo que ahora priva es la filosofía de la desesperación. La poesía la precedió en este camino, el cual, seguido poéticamente, confieso que me encantaba. Cuando yo era mozo y estudiante, ¿quién no hacía versos desesperados? Los versos desesperados eran como blasfemias y reniegos de las personas atildadas y cultas.

Sin embargo, doña Alvarez, que había aprendido su oficio en las grandes casas de Madrid, solía dirigirla, ante los extraños, severos apercibimientos, que ella escuchaba con mohín mentiroso de enfado, comprendiendo que todo aquello contribuía a presentarla como una joya delicadísima, como un ser exquisito y precioso rodeado de las más atildadas precauciones.

Otra tendencia de estos escritores, que contribuye también á la corrupción del drama, es que la magia, las apariciones maravillosas, los golpes teatrales y otros resortes de este jaez, artificios artísticos para arrancar á todo trance aplausos del vulgo, se acumulan sin tasa en sus escritos, debilitando y entorpeciendo de este modo, con esas piezas de espectáculo, la perfección y el gusto de bellezas artísticas más puras y atildadas.