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Actualizado: 7 de mayo de 2025


El señor Juan Claudio llegó hasta el extremo de la meseta y, dirigiendo la vista hacia Grand-Fontaine y Framont, que se hallaban a tres mil metros debajo de él, vio lo siguiente: Los alemanes, que habían llegado el día antes, a la caída de la tarde, pocas horas después que los cosacos, habían pasado la noche en las trojes, en los establos, en los cobertizos, y en aquel momento se agitaban como un hormiguero.

¡Buen tabaco! exclamó el amo de la casa dándole vueltas entre los dedos. ¡Qué latigazos se pega usted, amigo! Regulares, regulares respondió el clérigo con sonrisa de satisfacción, dirigiendo al mismo tiempo una mirada expresiva a su antigua ama, que le pagó con otra brillante y cariñosa. ¿Dónde los compra usted? No los compro: me los regalan. Otro cambio de miraditas risueñas y apasionadas. ¡Ah!

Pero Miguel, juzgando aquello un sarcasmo precursor de los golpes, se oprimía aún más contra la pared, dirigiendo una mirada ansiosa á los lados para ver por dónde podría escapar mejor. ¡Te digo que no, hijo!... ¡Que no vengo á pegarte!... Quiero que seamos amigos y no se hable más de lo pasado. Á duras penas logró tranquilizarlo.

A paso lento, gozando el placer del que ha terminado una tarea difícil, atravesó los salones dirigiendo sus ojos risueños a todas partes, dejando fluir de sus labios palabritas amables a los amigos con quien tropezaba. Aquel baile espléndido, quizá el más suntuoso que hubiese dado jamás un particular en España, era obra suya casi exclusivamente.

Era extraordinariamente delgado y bajo de cuerpo; tenía la nariz aguileña, el cabello entrecano y el rostro tan lleno de arrugas, que a primera vista aparecía estar sonriendo continuamente. Al verlo entrar en el estudio, su tío ni se inmutó ni se puso de pie: sólo dijo secamente, dirigiendo involuntaria mirada al retrato de César Borgia que pendía en uno de los muros.

Juana iba a contestar cuando la puerta de la sala se abrió, y adelantose Catalina Lefèvre, dirigiendo a Hullin una mirada profunda como para adivinar de antemano las noticias que traía. Y bien, Juan Claudio, ¿ya está usted de vuelta? , Catalina. Hay de todo: bueno y malo.

Todos llegarían apresuradamente, dando tumbos y tropiezos, y dirigiendo con espanto y horror las miradas hacia el tablado fatídico. ¿Y á quién percibirían allí á la luz rojiza de la aurora? ¡Á quién, sino al Reverendo Arturo Dimmesdale, medio helado de frío, abrumado de vergüenza, y de pie donde había estado Ester Prynne!

En el puerto trabaja como si fuese de hierro; en el taller es listo; dirigiendo la tartana brincadora, la carreta pesada ó el arado, se hace entender por el animal de tiro con fuertes gritos y terribles ejercicios de látigo y púa, y en el baile, la plaza de toros, los amores, las pendencias de arrabal y las guerras civiles, todos sus actos tienen el sello de la resolucin y la violencia de sentimientos.

Con la cabeza descubierta, el rostro pálido, la mirada ardiente, la acción enérgica, permanecía en su puesto dirigiendo aquella acción desesperada que no podía ganarse ya. Tan horroroso desastre había de verificarse con orden, y el comandante era la autoridad que reglamentaba el heroísmo. Su voz dirigía a la tripulación en aquella contienda del honor y la muerte.

Todo se le tornaba contrario; y él mismo se comparaba al infelice Laoconte sofocado por la serpiente. ¿Por qué, por qué? ¡oh cielos! exclamaba a veces, dirigiendo la mirada hacia lo alto, como si protestara contra el ensañamiento de la divinidad.

Palabra del Dia

ciencuenta

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