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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Una noche, en que Jacobo la había maltratado, después de una de sus violentas y frecuentes querellas, la vi arrodillarse así delante del sillón en que su amante estaba recostado. En aquel momento me parecía verla con los codos en los brazos del sillón y la mejilla apoyada en las manos cruzadas, dirigiendo á Jacobo una sonrisa tierna y suplicante.
Hay en el ambiente malas influencias, la estación es malsana y no tiene nada de alegre añadió dirigiendo la mirada a las altas ventanas de antiguas vidrieras de colores en las cuales se reflejaba todavía un resto de luz del día casi del todo extinguido.
Pero para evitar tal cataclismo, allí estaba su Ramón, el azote de los malos, el campeón de la buena causa, que la sacaba adelante dirigiendo las elecciones escopeta en mano, y así como sabía enviar a presidio a los que le molestaban con su rebeldía, lograba conservar en la calle a los que con varias muertes en su historia, se prestaban a servir al gobierno sostenedor del orden y de los buenos principios.
Viendo que se acercaban con ímpetu formidable los franceses, hice un movimiento envolvente sobre mi ala izquierda, y me metí tras el armario, dirigiendo el raso de metales de la terrible arma de fuego que llevaba en mi bolsillo hacia el marco de la puerta, para que la trayectoria fuese directamente al patio.
Los temperamentos como el tuyo necesitan reponer la grasa. Cecilia contestaba sonriendo, con medias palabras, dirigiendo vivas ojeadas de respeto al Duque. Este, que había advertido su plática, por dos veces levantó los párpados para mirarles de aquel modo frío, distraído, que por no expresar nada, ni desdén siquiera, era el colmo del orgullo.
Esta figura desquiciada y pintoresca confieso que me es simpática y que la vería con gusto otra vez en el rincón del café de artistas. Pero Fantomas es el hombre nube, el hombre pájaro, que no vuelve a posarse en el mismo sitio. No me extrañaría recibir una carta suya diciéndome que se ha hecho mago del Tíbet o que está dirigiendo una academia de baile flamenco entre los pieles rojas.
¿Para quién? preguntó el doctor mientras Amaury se afirmaba en su resolución, dirigiendo una larga mirada hacia el cementerio. Para el vizconde Raúl de Mengis dijo Amaury. Está bien dijo el doctor. La proposición es grave y merece tomarse en consideración. Volviéndose en seguida exclamó: ¡Antoñita! Esta abrió tímidamente la puerta.
No sabía qué hora era; pero el hambre le hizo comprender que era hora de almorzar. Abrió la puerta, dirigiendo una mirada á lo largo del pasillo y á lo profundo de la escalera, y el primer objeto que encontraron sus ojos fué la figura de doña Paulita que subía lentamente. ¿Ha descansado usted? le preguntó con voz menos nasal é impertinente que de ordinario. Sí, señora: muchas gracias.
El espectáculo no era muy agradable; sobre todo poco antes de comer. Al mismo tiempo se volvió dirigiendo sus pasos hacia la puerta. Gonzalo exclamó con sonrisa sarcástica: Y yo me alegro de haberte dado esa alegría. Luego, al quedar solo, sus ojos chispearon de furor y sus labios temblaron.
Al principio le oyó con paciencia y bondad Zorraquín, dirigiendo al penitente los más edificantes consuelos; pero tanto y tanto machacaba Navarro, y dimensiones tales daba al acto de limpiar su conciencia, que el buen clérigo no pudo menos de considerar cuán incompatibles eran en aquel caso las funciones de comandante de armas y las de pastor de almas.
Palabra del Dia
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