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Lo que, como un lirio de noche en una habitación oscura, tuvo en medio de todas estas agonías iluminada el alma de doña Andrea, y le aseguró en su creencia bondadosa en la nobleza de la especie humana, fue que, ya porque en realidad le apenase la suerte de la viuda, ya porque creyera que había de parecer mal, siendo como el don Manuel bien querido, y maestro como ella, que permitieran la salida de sus hijas del colegio por falta de paga, la directora del Instituto de la Merced, el más famoso y rico del país, hizo un día, en un hermoso coche, una visita, que fue muy sonada, a casa de doña Andrea, y allí le dijo magnánimamente, cosa que enseguida vociferó y celebró mucho la prensa, que las tres niñas recibirían en su colegio, si ella no lo mandaba de otro modo, toda su educación, como externas, sin gasto alguno.

Mira, Lucía dijo la directora juntando en sus manos las de las los niñas y hablando como si no estuviese Sol con ellas, quien se sentía las mejillas ardientes, y el pecho apretado con lo que la maestra iba diciendo, tanto, que por un instante vio el cielo todo negro, y como que desde su casita la estaba llamando doña Andrea . Mira, Lucía, sabes cómo entra en la vida Sol del Valle, como lo sabe todo el mundo.

¡Amigas! las cuatro; si no estamos de vuelta para las oraciones, daremos que hablar dijo levantándose la más alta de estas vírgenes locas, muchacha de nariz aguileña y maneras resueltas que revelaban a la inteligente directora del cotarro. ¿Tienes los libros, Adelaida? Adelaida enseñó debajo de su impermeable tres libros de no muy santa apariencia. ¿Y las provisiones, Carolina?

En el Liceo Montespan, el despacho de la directora no es severo de aspecto. El limonero del mobiliario, las colgaduras azul de Francia, la luz que cae de una vidriera un poco alta, todo da al decorado la apariencia de un salón de lujo en un paquebote. La directora la señora Jozielle bordea los treinta y cinco años.

Vamos. Sol no hablaba. Lucía, como que quería defenderla de la directora, que entraba ya en el salón con su paso pomposo. Enseguida, señora, enseguida. Entre usted y detrás vamos nosotras. Voy a coger dos rosas de esta enredadera: esta para Sol y se la prendió con mucha ternura, mirándola amorosamente en los ojos ; esta, que es la menos bonita, para . ¡Oh, usted es tan buena! ¿Usted?

No, Sol, yo soy tu hermana. No hagas caso de lo que dice la directora. Yo te querré siempre como una hermana y abrió los brazos, y apretó en ellos a Sol, a la que llevaba sin miedo, prestísimamente. ¡Oh! dijo Sol de pronto ahogando un grito. Y se llevó la mano al seno, y la sacó con la punta de los dedos roja. Era que al abrazarla Lucía, se le clavó en el seno una espina de la rosa.

Yo no iré, mamá, yo no iré le decía Leonor al oído , sin que lo oyese la directora; aunque ya Leonor le había dicho a esta que, si quería doña Andrea, ella quería ir.

Nos dijo cuanto hay que saber de chismes del pueblo, y nos habló de todas sus habilidades, y nos explicó el modo de hacer salchichas, morcillas de sesos, hojaldres y otros mil guisos y regalos. Nadie la vence en negocios de cocina y de matanza de cerdos, según ella, sino Antoñona, la nodriza de Pepita Jiménez, y hoy su ama de llaves y directora de su casa.

En ser visto donde Sol del Valle había de verlo, ponía Pedro Real el mayor cuidado; en que no se la viera sin que se le viese a él; si al teatro, bajo el palco a que fue Sol, que fue el de la directora, y no más que dos veces, estaba la luneta de Pedro; si en Semana Santa, por donde Sol iba con Lucía y Adela, Pedro, sin piedad por Adela, aparecía. Decirle, nada le había dicho. Ni escribirle.

Hija, hay que irse acostumbrando a hablar como Dios manda». Quería doña Lupe que Fortunata se prestase a reconocerla por directora de sus acciones en lo moral y en lo social, y mostraba desde los primeros momentos una severidad no exenta de tolerancia, como cumple a profesores que saben al pelo su obligación.