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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Como ocurre con otros artistas y escritores de aquellas centurias, no son muchas las noticias biográficas que de Roelas se conservan, y después de las que apuntaron Arana de Varflora y Ceán Bermúdez, aparte de algunos documentos sueltos, no se han podido ampliar gran cosa, ni han sido por cierto muchos los datos encontrados que dieran luz sobre la vida de aquel famoso maestro, pudiéndose sólo, como lo hago, reunir algunos detalles desperdigados en otros textos.
A la mañana siguiente, si no había barricadas, ella y Estupiñá se ocuparían de eso. Poco a poco fueron desfilando. Eran las doce. Aparisi y Casa-Muñoz se fueron al Bolsín a saber noticias, no sin que antes de partir dieran una nueva muestra de su rivalidad.
Llegado a Montevideo, sabe que Rivera ha sido derrotado, acaso porque él no estuvo para enredar al enemigo en sus propias maniobras. Toda la ciudad, consternada, se agolpa a su humilde morada de fugitivo a pedirle una palabra de consuelo, una vislumbre de esperanza. «Si me dieran veinte días, no toman la plaza», es la única respuesta que da sin entusiasmo, pero con la seguridad del matemático.
¡Un tuerto! decía el escultor . Si me dieran ustedes un ciego, les haría una obra magnífica; pero, ¡por Dios!, no me den ustedes un tuerto. Es que es el único hombre de algún mérito que tenemos por aquí. El único digno de una estatua. El escultor fue irreductible: ¿Cómo va a ser digno de una estatua un tuerto? ¿Cómo va un tuerto a tener mérito?
Gonzalete, al recibir la piedra en un hombro, gritó: «¡Repuñales! ¡Maldita sea tu sangre!». Entonces Zarapicos tiró al Majito; la piedra silbó en el aire y no hirió al muchacho, que al punto disparó la segunda suya. Instantáneamente, sin que se dieran órdenes ni se concertara cosa alguna, generalizose la pelea.
Desconfiando de los recursos de Enrique IV para resistir, y aun de que en Inglaterra dieran á sus enemigos la atención debida, le instigaba á despertar el espíritu público, temeroso de que les ocurriera lo que á las vírgenes de la parábola del Evangelio, que se acordaron tarde del aceite. El que espera siempre es vencido; de los audaces que atacan es el lauro.
Soñaba la india en las lindas cosas que vería: tanta bandera; tanta gente endomingada; los niños, con traje de terciopelo, muy orondos, agarrotados los dedos por los guantes; las niñas, de blanco, unas con banda azul y otras no; las personas que se agolpaban a las ventanas del Cabildo, donde el transeunte es asaltado por una, dos o tres señoritas, que le meten por las narices, como si dieran a oler una pastilla, la cedulita de la rifa, y le marean y le cercan, y le siguen y le persiguen, repitiendo: ¡Caballero! ¿una cedulita? ¿una cedulita, caballero? como muletilla de mendigo.
«Dadme un pueblo sajón, decía, y seré liberal». Más adelante fue liberal sin que le dieran el pueblo sajón, sino otra cosa que no pertenece a esta historia. Era alto, grueso y no mal formado; tenía la cabeza pequeña, redonda y la frente estrecha; ojos montaraces, sin expresión, asustados, que no movía siempre que quería, sino cuando podía.
Las santas mujeres buscaban aún entre aquellos despojos, mal cubiertos por la tierra, á los seres queridos, y hasta hubieran escarbado para sacarlos de nuevo, si las voces y los lamentos que más allá se oían no les dieran la esperanza de que en otro lugar estarían quizás los que buscaban.
Hablaba, y repercutía el sonido de su voz, como si dieran con un martillo sobre un caldero, ¡dam, dam, dam! y la vibración ensordecía. No grites tanto, Angelita suplicó misia Gregoria, sin abrir los ojos. Ella, no hizo caso y saltó de repente: Dime, mamá, ¿es cierto eso que le has dicho a la de Eneene, que nos vamos al Frigal? ¡En junio! sería ridículo.
Palabra del Dia
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