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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Protesté contra la murmuración villaverdina de la cual era yo víctima hacía tantos días; declaré que me indignaba oír tantas mentiras como repetían las gentes, y supliqué a las niñas que no dieran oídos a tales dichos.

Pero los discípulos que estaban con el rey pudieron más; y el rey les mandó hacer pagodas de muchas torres, donde ponían a Buda de dios en el altar, y los discípulos se mandaron hacer túnicas de seda y mantos con mucho oro y bonetes de picos, y a los discípulos más famosos los fueron enterrando en las pagodas, con sus estatuas sobre la sepultura, y les encendían luces de día y de noche, y la gente iba a arrodillarse delante de ellos, para que les consolaran las penas que da el mundo, y les dieran lo que deseaban tener en la tierra, y los recomendaran a Buda en la hora de morir.

Hizo el acaso que, distraídos bufón y cocinero, pensativos ambos y no habiendo podido verse á distancia á causa de la niebla, se dieran un encontrón formidable. ¡Por mis desdichas! exclamó al sentir el choque el cocinero mayor. ¡Cien legiones de demonios! exclamó el bufón. ¡Tío Manolillo! exclamó el cocinero acercándose á él con ansia ; Dios os envía. Y á vos el diablo, para que me detengáis.

Una autoridad civil se acercó también, y con los mejores ademanes dijo que se fuera cada cual á su casa y renunciaran á aquella manifestación, porque el Gobierno estaba resuelto á que no dieran un paso más.

Doña Anuncia y doña Águeda habían quedado en el estrado, casi a obscuras, suspirando, rodeadas de algunos amigos y amigas, quizá los mismos que les dieran en otra ocasión aquel pésame por la muerte civil de don Carlos. Y ella va contenta decía el barón. ¡Uf! Ya lo creo. La juventud es ingrata... Señores, que va a arrancar, desapartarse gritó el zagal de la diligencia. Y partió el coche.

Miraba Sancho la carrera de su rucio y la caída de su amo, y no sabía a cuál de las dos necesidades acudiría primero; pero, en efecto, como buen escudero y como buen criado, pudo más con él el amor de su señor que el cariño de su jumento, puesto que cada vez que veía levantar las vejigas en el aire y caer sobre las ancas de su rucio eran para él tártagos y sustos de muerte, y antes quisiera que aquellos golpes se los dieran a él en las niñas de los ojos que en el más mínimo pelo de la cola de su asno.

Doña Celestina dijo Reyes con voz melosa, humilde, apenas perceptible, con ánimo de que el señor cura y su acompañamiento no dieran una interpretación heterodoxa a sus palabras ; doña Celestina, haga usted el favor de arrimarse a este rincón, porque ahí está usted en la corriente. Déjeme usted a , D. Bonifacio. El delegado del párroco empezó sus latines, que Bonifacio entendía a medias.

Reynando el rey Moabdar, vivia en Babilonia un mozo llamado Zadig, de buena índole, que con la educacion se habia mejorado. Sabia enfrenar sus pasiones, aunque mozo y rico; ni gastaba afectacion, ni se empeñaba en que le dieran siempre la razon, y respetaba la flaqueza humana.

Según se lee en los citados acuerdos, en 1566 se concedió cierta licencia á Guerrero, en 29 de Enero de 1578 se mandó que se le dieran cincuenta ducados al mes, en 1582 se hace referencia á que se encontraba en Roma, y en 1586 en cabildo de 24 de Septiembre se trató de la jubilación del famoso músico.

¡Que si le he tomado cariño!... Mira, no me iría a vivir a la casa más hermosa de Estrasburgo aun cuando me dieran dos mil libras de renta. Hace veintitrés años que guardo aquí mis mercancías: azúcar, café, pólvora, tabaco, aguardiente; todo se mete ahí. Tengo ocho caballerías siempre de camino. Pero no disfrutas de nada.

Palabra del Dia

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