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Actualizado: 22 de octubre de 2025
El cual, al ver a su mujer, acarició su espesa barba y lanzó un profundo suspiro. El también sentía cierta admiración por Kotelnikov, con motivo de su originalidad. Cuando se inclinó sobre el moribundo, éste, haciendo acopio de todas sus fuerzas, exclamó: ¡Aborrezco a ese diablo negro!
¡Diablo! dijo don Pedro , del mal el menos; es buena moza cuanto puede pedirse, y parece honrada y buena... ¿qué diablos de complicaciones...? una querida más... y una pensión más... porque si no es mi querida, sospechará... podrá presumir, y es necesario que no presuma.
Y en efecto, así que entró en el salón, comenzó a dirigirse a las muchachas gritando con voz de falsete: Hola, Rosarito, ¿dónde has dejado a Anselmo? Ya sabemos que todas las noches a las diez le tiras una cartita por el balcón. ¡Pero, don Jaime! exclamaba la niña mirándole con sorpresa. ¿Usted cómo viene así? ¡Diablo! Ya me ha conocido decía el buen Marín alejándose.
Bien: ellas salen; probablemente la dejarán encerrada, ¿Cómo entro yo? ¿Voy á estar descerrajando puertas? No, señor: usted entrará cómodamente y sin ruido. A ver como es eso, diablo de abate. ¿Recuerda usted aquel vestido de abate que yo tenía allá por los años 10 y 12? ¿Qué he de recordar yo? dijo Claudio, picado y curioso.
A esto debiéronse no pocos escándalos y abusos, que sabido es que el Diablo no duerme, y así sucedía con frecuencia que el regreso de los penitentes por aquellos campos, alumbrados sólo por las hachas de cera, era á veces tumultuoso y poco edificante, por manera que Luzbel se complacía en tentar á la multitud que con tan piadoso fin recorría aquellos lugares.
Dejemoslos aquí, frailes menores, Metidos en clausura y obediencia, Que Candish andaba agora muy envuelto En el Estrecho y sur, y el diablo suelto. Como el Capitan Tomas Candish, señor de Mitiley, salió de Inglaterra, y atravesò el Estrecho de Magallanes, y tomò tierra en la Puna y Paita en el Perú, y de vuelta tomó un navio que venia de la China.
Mucho tiempo se había resistido su delicadeza, o lo que fuese, a emprender aquel camino subterráneo y traidor, pero ya no podía menos. Además «¡qué diablo! mayores bellaquerías había en la historia de sus aventuras».
Consulté inmediatamente con el aprendiz, los impresores y el regente, pero no saqué nada en claro; nadie había visto la carta, ni sabía cosa alguna del que la trajo. Pocos días después recibí la visita de Ah-Ri, el lavandero. ¿Usted querer diablo? Bueno; yo tomar él.
Zaldumbide mismo le miró a Tom con simpatía. Tommy era un clown, un verdadero diablo. Se habia ganado la independencia, y fuera de tocar la campana para renovar las guardias, lo que hacía de la manera más escandalosa e impertinente que puede suponerse, no trabajaba nada. En cambio, educaba a nuestro perro y a la mona Mari Zancos, a la alta escuela.
-Dígolo -respondió- porque estos palos de agora más fueron por la pendencia que entre los dos trabó el diablo la otra noche, que por lo que dije contra mi señora Dulcinea, a quien amo y reverencio como a una reliquia, aunque en ella no lo haya, sólo por ser cosa de vuestra merced.
Palabra del Dia
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