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Sentáos, sentáos dijo el rey ; vos sois mi buena, mi hermosa, mi amada Margarita dijo el rey tomando á la reina una mano, y besándosela ; y vos, padre, sois mi amigo y mi confesor. Ya sabéis cuánto he defendido yo el que os aparten de mi lado, á pesar de que Lerma me ha hablado mal de vos. Yo os aprecio mucho, fray Luis; más que apreciaros, os reverencio.

Miradme; porque no hay ninguno de estos males que yo no haya sufrido, y uno solo basta para terminar la vida de un hombre. No os admireis ya de lo que soy, pero si sorprendeos de que haya existido y de que este todavia sobre la tierra. Dignaos sin embargo escucharme.... Anciano, respeto tu ministerio y reverencio tus canas; creo que tus intenciones son piadosas; pero es en vano.

Gil de Mesa enfermo, doy á V. m. esta pessadumbre. Yo le sup.^co sepa del señor Condestable, mi Señor, que como a tal le amo, y reverencio, a que hora será seruido, que yo le pueda yr a besar las manos con menos incomodidad suya . Que por estar yo malo hago esta preuencion, q. sino fuera esto, como vno de los seruidores de su casa, me fuera ay a esperar hora y a entretenerme ay como criado suyo.

-Dígolo -respondió- porque estos palos de agora más fueron por la pendencia que entre los dos trabó el diablo la otra noche, que por lo que dije contra mi señora Dulcinea, a quien amo y reverencio como a una reliquia, aunque en ella no lo haya, sólo por ser cosa de vuestra merced.

No os entiendo, don Francisco. Estáis desconfiando de vos misma, y desconfiáis de ; vos, señora, sois una valiente, una generosa, una noble joven; vuestra alma es toda caridad; os sacrificáis por una mártir; dobláis vuestro orgullo de mujer, exponéis vuestro corazón, arrostráis la cólera de vuestro padre; Dios os premiará, yo os reverencio y os admiro.

Este libro concluye, queridísimos lectores, a quienes adoro y reverencio; se acaba, y los notables y jamás vistos sucesos que me acontecieron por el proyectado matrimonio de Inés y por el encuentro de aquellas dos familias en el tortuoso y difícil camino de mis amores, serán escritos, por no caber en este volumen, en otro que pondré a vuestra disposición lo más pronto posible.

Por tanto, quiero poner aquí una carta que me escribió un compañero mío, á quien lloro y reverencio á un tiempo, el cual, con otros cuarenta y tres de la Compañía que conducía á la provincia de Quito, su procurador general Padre Nicolás de la Puente, por impenetrables consejos de Dios, se ahogó en el navío Caballo Marino que se fué á pique el año de 1717.