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Actualizado: 22 de octubre de 2025


-Reducida has de decir, Sancho -dijo don Quijote-, que no relucida. -Una o dos veces -respondió Sancho-, si mal no me acuerdo, he suplicado a vuestra merced que no me emiende los vocablos, si es que entiende lo que quiero decir en ellos, y que, cuando no los entienda, diga: ''Sancho, o diablo, no te entiendo''; y si yo no me declarare, entonces podrá emendarme; que yo soy tan fócil...

Ciento treinta y cinco que están en este caso señalé de primera intención cuando, leído el sobredicho discurso del señor Nercasseau y Morán, me sentí deseoso de preparar, para la simpática colección de «Clásicos Castellanos», esta humilde edicioncita de El Diablo Cojuelo.

A una de ellas, famosa hechicera, diola el Diablo por añadidura un rostro hermosísimo. Uno de los guardas habíale dicho, punto por punto, el delito de ambas mujeres. Ramiro escuchó entonces la adulterada historia de la conspiración por él descubierta.

Como quiera que fuese, creció la zambra, enronqueciéronse las voces, alzáronse los palos, y no se sabe en qué hubiera parado aquella nueva discordia de Agramante, a no haberse aparecido en medio de la confusión la divina Astrea, disfrazada en figura de alcalde, que el mismo Diablo no la conociera, con medio pino en la mano en vez de balanza, y sin venda, porque es sabido, que el que no ve con los ojos abiertos, excusa tapárselos para no ver, y a su decisión prometieron resignarse todos.

La frente un poco hosca, porque los cabellos estaban plantados demasiado abajo, pero esto sienta bien a los jóvenes; y la cabeza era hermosa. En fin, en toda su persona, esa elegancia, ese chic de los dragones de la guardia que todos hemos ambicionado, pero que no se encuentra en ninguna otra arma... el diablo sabe por qué.

Es preciso entonces que esté loca, o que el mismo diablo la haya empujado a hacer tal extravagancia exclamó Mathys . ¡Oh! yo lo sabré, tendrá que darme cuenta de su traición. Y se puso de pie para salir.

La naturaleza del Norte se acomoda bastante bien con semejante terror, y asi es mucho menos ridiculo en Alemania que lo seria en Francia, el servirse del diablo en las ficciones.

-En Dios y en mi conciencia -respondió el Diablo- que no miraba en ello, porque traigo en tantas cosas divertidos los pensamientos, que de la principal a que venía se me olvidaba. -Sin duda -dijo Sancho- que este demonio debe de ser hombre de bien y buen cristiano, porque, a no serlo, no jurara en Dios y en mi conciencia.

Enamoróla el oropel de sus vistosos trajes, encantáronla sus romances, que de cada uno que componía daba veinte traslados, llegaron a sus oídos las hazañas que él de mismo había referido, y, finalmente, que así el diablo lo debía de tener ordenado, ella se vino a enamorar dél, antes que en él naciese presunción de solicitalla.

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