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Actualizado: 7 de junio de 2025


Ella no dice nada, y yo tampoco. El silencio se hace abrumador. Cruje el casquijo, zumban los insectos en las espíreas; pero, por lo demás, ningún ruido. Ella se ha colgado confiadamente de mi brazo, y me obliga a detenerme a cada momento, cuando se inclina para arrancar una hierba o coger una brizna de reseda, con la que se acaricia la punta de la nariz, para tirarla en seguida.

A partir de 1835, en las Delicias se llevaron á cabo algunas reformas, que no nos he de detenerme en enumerar prolijamente, pero las cuales, ni entonces ni después han transformado en lo esencial la forma y traza que desde su principio tuvieron los jardines...

-Muchas veces he dicho lo que vuelvo a decir ahora -respondió don Quijote-: que la mayor parte de la gente del mundo está de parecer de que no ha habido en él caballeros andantes; y, por parecerme a que si el cielo milagrosamente no les da a entender la verdad de que los hubo y de que los hay, cualquier trabajo que se tome ha de ser en vano, como muchas veces me lo ha mostrado la experiencia, no quiero detenerme agora en sacar a vuesa merced del error que con los muchos tiene; lo que pienso hacer es el rogar al cielo le saque dél, y le a entender cuán provechosos y cuán necesarios fueron al mundo los caballeros andantes en los pasados siglos, y cuán útiles fueran en el presente si se usaran; pero triunfan ahora, por pecados de las gentes, la pereza, la ociosidad, la gula y el regalo.

Dia 28. Este dia me fué preciso detenerme á esperar los víveres que habia quedado mandarme el Justicia Mayor: de los que por fin llegaron siete cargas solas, de las veintiuna que debian ser: cuyas raciones distribuí á los soldados, por ahorrar el costo de las cabalgaduras de su conduccion, respecto

-No me puedo detener, señor -respondió el hombre-, porque las armas que veis que aquí llevo han de servir mañana; y así, me es forzoso el no detenerme, y a Dios. Pero si quisiéredes saber para qué las llevo, en la venta que está más arriba de la ermita pienso alojar esta noche; y si es que hacéis este mesmo camino, allí me hallaréis, donde os contaré maravillas. Y a Dios otra vez.

Veíame ya gobernador de provincia, duque, par... Y, al detenerme por la noche en una posada había llegado a mariscal de Francia. La voz de un criado, que me llamó sencillamente caballero, me obligó a salir de mi éxtasis y volver a la realidad. Al día siguiente y en los sucesivos, tuve los mismos sueños, la misma embriaguez. Mi viaje era largo.

Ya en otra escena anterior se presenta el Rey, perseguido por apariciones, y en el instante en que pasa delante de la capilla de Santo Domingo, se le presenta un fantasma. .............¿Qué veo? Sombra ó fantasma, ¿qué quieres? Viene ya el día, Y detenerme no puedo. Siéntate, que eso es temor. Por desmentirte me siento. Ya estoy sentado; prosigue. ¿Conócesme?

Me parece mentira. ¡Ay, hijo, qué bueno eres! Mereces que te caiga la lotería, y si no te cae, es porque no hay justicia en la tierra ni en el cielo... Adiós, hijo, no puedo detenerme ni un momento más... Dios te lo pague... Estoy en ascuas. Me voy volando a casa... Quédate en la tuya... y a esta pobre desgraciada, cuando despierte, no la pegues, hijo, ¡pobrecita!

Resolví, pues, detenerme en Zenda, pequeña población a quince leguas de la capital y a cinco de la frontera. El tren en que yo iba, llegaba a Zenda aquella noche; podría pasar el día siguiente, martes, recorriendo las cercanías, que tenían fama de muy pintorescas, dando una ojeada al famoso castillo e ir por tren a Estrelsau el miércoles, para volver aquella misma noche a dormir a Zenda.

Con el pañuelo blanco que tenía en la mano me hizo una señal de despedida, y cayó sin conocimiento. Corrí a ella, la levanté en mis brazos, la estreché contra mi corazón jurándole amor eterno, y antes que recobrara el sentido, la confié al cuidado de mi madre y mis hermanas y me dirigí a donde estaba el carruaje sin detenerme ni volver la cabeza.

Palabra del Dia

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