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No son ladrones los que yo quisiera perseguir, sino á ciertos sujetos que hacen el daño sin interés, sólo por capricho ó por fachenda. Pues ve tras ellos y buenas noches, que yo no puedo detenerme dijo Velázquez con voz ya levemente alterada, tratando de alejarse. Pero el mozo se le interpuso nuevamente, diciendo con resolución: Dejémonos de guasa, señor Pedro. ¿Va usted á ver á Mercedes?

Pero esta suspensión de su movimiento fue pronto vencida del prurito de lógica que le dominaba, y se dijo: «No; voy a casa, y han dado ya las diez... Luego, no debo detenerme». Siguió por la calle de Postas y Vicario Viejo, y antes de desembocar en la subida a Santa Cruz, vio pasar a Aurora, que salía de la tienda de Samaniego para ir a su casa. «¡Qué tarde va hoypensó, siguiendo tras ella por la calle arriba, hacia la plazuela de Santa Cruz, no por seguirla, sino porque ella iba delante de él, sin verle.

Puedo asegurar que, a pesar de la distancia que separa ese tipo de nuestro ideal estético, no podía menos de detenerme por momentos a contemplar la elegancia nativa, el andar gracioso y salvaje de las negras martiniqueñas.

Luego Bettina cambió bruscamente el curso de la conversación. ¿Enviaron el telegrama a Edwards ayer para los poneys? ; ayer antes de comer... ¡Oh! ¿me dejaréis manejarlos hasta el castillo? ¡me alegraré tanto de poder atravesar la ciudad y hacer una linda entrada al patio del castillo sin detenerme en la puerta!... decid... ¿querréis, verdad? , , convenido, conduciréis los poneys.

¡Señor Máximo! exclamó precipitándose repentinamente para detenerme. ¡Perdóneme! ¡Tenga piedad de !... compréndame... ¡Soy tan desgraciada!... ¡Figúrese lo que puede ser el pensamiento de una pobre criatura como yo, á quien se ha tenido la crueldad de darle un corazón, un alma y una inteligencia... y que no puede usar de todo esto sino para sufrir... y para odiar! ¿Cuál es mi vida?... ¿Cuál es mi porvenir?... Mi vida es el sentimiento de mi pobreza, exaltado sin cesar por los refinamientos del lujo, que me rodea... ¡Mi porvenir será sentir, llorar amargamente algún día esta misma vida, esta vida de esclava por odiosa, que ella sea!... Habla usted de mi juventud, de mi ingenio, de mi talento... ¡Ah!

Al pasar por delante, enseñé con rabia los puños, sin detenerme, al perverso enano, que aún seguía a la puerta, como guardián misterioso de algún cuento de Las mil y una noches. Como las calles son tan estrechas, los carruajes no pueden correr en Sevilla, so pena de atropellar a los transeúntes.

Hace poco he confesado mi culpa y ahora lo hago de nuevo. Suelo titubear mucho antes de tomar una resolución, pero así que me decido no hay nada capaz de detenerme en mi propósito. Ya cómo debo reparar mis yerros. Caballero, tengo el honor de presentarle mis respetos. ¿Qué se propone usted hacer? preguntó el conde de Mengis, temeroso de que Felipe se dispusiese a cometer alguna nueva simpleza.

En parte me dio gana de reír; pero por no detenerme que se me hacía tarde , le dije: "Señor, esta premática es hecha por gracia, que no tiene fuerza ni apremia, por estar falta de autoridad."

Cuando me tropezaba y no iba muy ocupada, solía detenerme y charlar conmigo, mostrándome siempre la misma compasión. ¡Las veces que me habrá llamado pobrecito aquella buena señora! ¿Qué clase de relaciones eran las que existían entre ella y D. Oscar? Si fuera a dar crédito a las insinuaciones y reticencias que había oído, el bendito señor era su amante.

Y a fin de que no termine la duda, he procurado no informarme jamás ni saber el paradero del joven paraguayo, como si hubiera sido un ser peregrino que estuvo algunos instantes en nuestro planeta, y en seguida se desvaneció para siempre. Quise detenerme y me detuve en Lisboa, porque yo tenía saudades de Lisboa.