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Actualizado: 12 de julio de 2025
Adela, locuaz y voluble, ya andaba en la canastilla, ya revolvía en la falda de Ana los adornos del gorro, ya cogía como útil el que acababa de desechar con un mohín de impaciencia, ya sacudía y erguía un momento la ligera cabeza, fina y rebelde, como la de un potro indómito. Sobre las losas de mármol blanco se destacaban, como gotas de sangre, las hojas de rosa.
Los caballetes de los tejados, las buhardillas, las chimeneas, destacaban las líneas de sus macizas sombras, bruscamente interrumpidas y dominadas por los negros contornos de las altas torres de los templos.
Sí, hijo de mi alma, porque aquellos brutos... no me vuelvo atrás... hicieron una barbaridad. Bueno, llámalos héroes si quieres, y cierra esa boca que te me estás pareciendo al Papamoscas de Burgos. Vuelta a contemplar el jardín agrícola en cuyo verdor se destacaban las cabañas de paja con una cruz en el pico del techo.
Fijaron la vista en la tierra, de la cual muy cerca estaban, y vieron una como procesión que se dirigía á un bosquecillo frondoso, entre cuya verdura se destacaban objetos de blanquísimo mármol. Era un cementerio, y la procesión un entierro. Observaron nuestros viajeros que sobre la tierra había sido colocado un ataúd pequeño y azul.
El baile continuó hasta que al entrar la noche se retiraron los convidados, muchos de los cuales destacaban, sobre las últimas vislumbres del crepúsculo, la silueta oscilante en el caballo que por sí sólo marchaba a la querencia.
En una noche de noviembre, sombría y fría, el viento del NO. soplaba con violencia, y las altas olas del Océano iban a estrellarse contra los bancos de granito que cubren la costa de Pempoul, mientras que las puntas destrozadas de aquellas rocas tan pronto desaparecían bajo las olas como destacaban su fondo negro sobre una espuma deslumbradora.
Luego se recostaron perezosamente en los sillones, y sus vestidos de muselina se levantaron un poco, muy poco, pero lo bastante, sin embargo, para dejar ver cuatro piececitos, cuyas líneas se destacaban claras y distintas bajo dos lindas cascadas de encajes blancos iluminados por la luna. Juan miraba aquellos pies y se preguntaba: ¿Cuáles son los más pequeños?
Reían, contaban sus hazañas, los grandes peligros arrostrados en los días anteriores. «Los vamos á llevar á puntapiés hasta la frontera...» Su indignación renacía al mirar entorno de ellos. Los pueblos, las granjas, las casas aisladas, todo quemado. Como esqueletos de bestias prehistóricas, se destacaban sobre la llanura muchos armazones de acero retorcidos por el incendio.
Al salir de las tierras de Dupont y verse en la carretera, los hombres rompieron a hablar. Detuviéronse un instante para fijar su vista en lo alto de la colina, donde se destacaban las figuras de don Pablo y sus empleados, empequeñecidas por la distancia. Los viñadores más jóvenes miraban con desprecio el cirio regalado, y apoyándolo cerca del vientre, lo movían con cinismo, apuntando a lo alto.
En una palabra, por todas las cosas de su vida, por todos sus hábitos y sus recuerdos, quería esa propiedad, cuya última hora había llegado. El abate divisaba a lo lejos la granja de Blanche-Couronne; sus techos de teja francesa se destacaban sobre el verde del bosque. Allí también el cura se encontraba como en su casa.
Palabra del Dia
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