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Aquellos mármoles desnudos, aquellas formas tan correctas, eran un ideal que resucitaba, que se hacía necesario, porque la Edad Media había atronado la forma, había roto la proporción y este mal tenía que desaparecerTrabajó de continuo y lleno del mayor entusiasmo, vivió Luís de Vargas en Italia unos 28 años, según apuntan sus biógrafos, regresando al cabo á Sevilla, donde contrajo matrimonio.

Hasta creí que se burlaba, aun cuando su fisonomía no indicara ninguna disposición á la jovialidad. Sea lo que sea, broma ó no, fué tomada muy á lo serio por su madre y se decidió con entusiasmo á dejar á aquel idilio su inocencia y sus pies desnudos.

En Cádiz no han abundado tanto como en otros lugares los mendigos haraposos y medio desnudos, esos escuadrones de gente llagada, sarnosa e inválida que aún hoy nos sale al encuentro en ciudades de Aragón y Castilla.

Cuatro millones de españoles ricos, industriosos, han sido expulsados, pobres, desnudos, miserables, desesperados, del suelo que los vió nacer.

Un enjambre de muchachos desnudos retozaba en las ondas de color de esmeralda y lázuli, nadando con voluptuosidad ó inquietud alternativamente y haciendo evoluciones por entre los vapores y bergantines del puerto, siguiendo los giros de los ligeros faluchos.

¡Michel, Michel! dijo saliendo de su estupor doloroso y extendiendo hacia él los bracitos desnudos. Miguel se dirigió a ella mirando a todas partes como un ladrón que teme ser sorprendido. Al instante quedaron los dos confundidos en un estrecho abrazo: del cual abrazo resultó Miguel completamente despeinado, con la cara llena de baba y sin corbata. Julita la blandía en señal de triunfo.

Sin embargo, su flexible cuerpo conservaba los resabios de la tentación y de la danza, y sus pies desnudos se movían cadenciosos como si hicieran oír todavía el martilleo de las ajorcas. La palidez de su rostro daba terror y sus labios enseñaban los dientes con esa sonrisa incomprensible que suele asomar a la boca de los cadáveres.

Y la idea de que Julio era al fin su esposo querido y que se hallaban juntos en aquella tibia intimidad, irradió en su espíritu como una gloria, sin rastro alguno de impureza. Pero notó, sorprendida, que el traje de novia se le había desceñido por los hombros y se deslizaba sobre sus brazos desnudos.

«... La ciudad, calles y plazas, están llenas de muchachos pequeños que andan perdidos pidiendo limosna y muriéndose de hambre, y quedándose á dormir por los poyos y portales desnudos, casi encueros y expuestos á muchos peligros como se ha visto algunas veces por la experiencia, que han sucedido entre otros pícaros á quien se llegan, y otros amaneciendo muertos del hielo y así mismo se han multiplicado los ladrones porque hay infinitos muchachos que lo son, y los clérigos de San Salvador se quejan que después de que se quitó la casa de los niños hallan en la iglesia detrás de los retablos muchas bolsas de las que quitan los tales ladrones muchachos».

Cuando veía a los habitantes de los barrios más populares posesionados de las aceras, ellos en mangas de camisa, ellas muy a la ligera, los chiquillos medio desnudos enredando en el arroyo, creía hallarse en un pueblo de moros, según la idea que tenía de las ciudades africanas.