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Recortaban cruelmente sus tiernos rabos mientras hablaban con los compradores, o aprisionaban sus finos tallos con el hilo, sin que les enterneciera el perfume que en son de protesta les arrojaban al rostro. Un mosaico deslumbrador se extendía sobre las mesas.

Allí andaban todos los siglos, todas las épocas, todas las costumbres, con un dudoso sincronismo si se quiere, pero con un brillo deslumbrador de primer efecto, ante el cual el más preparado tenía que cerrar los ojos y declararse convencido de que el doctor Montifiori era en todo un hombre de mundo.

Lo ignoro; pero ello fue, que durante la velada el señor D'Orsel vino, me tomó por el brazo, y, más muerto que vivo, me arrastró hasta ponerme cara a cara con Magdalena. Estaba en medio del salón, en pie cerca de su marido, con aquel traje deslumbrador que la transfiguraba. Señora... le dije.

En carros, y encerrados en jaulas, iban después leopardos y otras alimañas feroces que el rey don Manuel regalaba al Papa, además de las joyas, de la canela, de la pimienta, del clavo, de las armas y de los tejidos y bordados del Oriente. La Embajada venía en pos de todo esto formando un conjunto deslumbrador.

Ahí únicamente se ha mostrado como era, capaz de novedades atrevidas y de sublimes invenciones; el resto no es más que un reflejo deslumbrador de los trágicos griegos y de los líricos sagrados. Después viene Voltaire, que él mismo constituía un tipo.

Al darse cuenta quiso retroceder, y entonces fué cuando vió venir por la acera opuesta al teniente Martínez, en la misma dirección que seguía él momentos antes. Le pareció más alto, más fuerte, como envuelto en un halo de gloria. Su uniforme era el mismo, rapado y envejecido por varios años de guerra, pero el príncipe lo vió enteramente nuevo y con un brillo deslumbrador.

Luego consiguieron dominar sus nervios y quedaron impasibles, en una forzada indiferencia. Los cinco gobernantes, obedeciendo á la ley que reglamentaba las ceremonias públicas, iban vestidos con un lujo deslumbrador. Se envolvían en mantos bordados de oro, y sobre sus cabezas llevaban unas tiaras del mismo metal con adornos de piedras preciosas.

La poesía cristiana, el arte cristiano, no es brillante, deslumbrador: es grave, severo, recatado. Es una figura que se cubre á medias con un velo. La parte que vemos, hace que nos enamoremos de ella, y la amamos. La parte que no logramos ver, nos hace adivinar un prodigio, y la adoramos. El paganismo no hacia más que amar, porque no veia más que formas.

No es menor, por tanto, la tarea que ha de proponerse el crítico, porque hasta sus faltas aisladas, que no se puede menos de conocer y confesar, se hallan revestidas de tan deslumbrador colorido poético, que se necesita hacer verdaderos prodigios de calma y reflexión para no hablar de ellos como lo haríamos cuando nos arrastra ciegamente la admiración más exagerada.

El verde claro y deslumbrador de éstos resaltaba y hacía contraste con el oscuro de aquéllos, regalando la vista y convidando á reposar. El río corría murmurando por el fondo de la cañada. En uno de los prados que bordaban el camino, corría también un arroyo que servía para mover el molino que blanqueaba entre los árboles.