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Actualizado: 8 de junio de 2025
En seguida se deslizó de las rodillas de Marner al suelo y se puso a andar de aquí para allá, a pasitos cortos, pero titubeando tan graciosamente que Silas se levantó de golpe para seguirla, de miedo que fuera a golpearse contra algo que le hiriera. Pero sólo cayó sentada, y allí, con la cara llorosa y mirando a Marner; se puso a tirar de los zapatitos como si le hicieran daño.
Era un joven de buena presencia y vestido con esmero. Iba a proseguir su paseo cuando notó a la joven sentada bajo la glorieta, inmóvil y con la cabeza inclinada. Se le escapó un grito ahogado. Se deslizó a lo largo de la cerca y se aproximó sin ruido. A cinco o seis pasos de ella se puso un dedo sobre los labios y balbuceó: ¡Elena, querida Elena!
¡Qué ajena estará María de que yo estiro ahora sus sábanas! exclamó Ricardo soltando una carcajada. Pues sí que lo son. A mamá y a ella les gustan muy finas y se las hacen de batista. A papá y a mí nos gustan más gruesas. Yo no puedo soportar las sábanas finas...; me deslizo dentro de ellas y no encuentro sitio.
Jaramillo amaba esta hora como la más segura. Morales se quedaría en la calle para auxiliar á su compañero. ¿Quién puede adivinar lo futuro? Tal vez gritase el alemán, y fuese preciso matarlo. ¡Una vida menos significa tan poco!... Entró Jaramillo en la casa saltando la tapia del patio trasero. Luego se deslizó, con los pies descalzos, por los frescos corredores, sin producir ruido alguno.
Tiróle de las barbas a Agapo, y mientras le presentaba su cigarrera de níquel, le deslizó hábilmente en el oído esta pregunta: ¿Hay algo? El atorrante dijo que sí, moviendo la cabeza, muy risueño, a la vez que se apresuraba a desocupar la cigarrera. ¿Vienes, Agapo? dijo el joven. Me voy a la Bolsa y tengo prisa.
El 2 de febrero el vapor Bogotá recogió su ancla, lanzó su silbido matinal, semejante al grito del salvaje, y sacudiendo con sus alas de hierro las turbias ondas del Magdalena, se deslizó rápidamente por entre los verdes y tupidos pabellones de las selvas, dejando marcada su brillante estela en las flotantes espumas que iluminaba el sol de la mañana.
La hubiera retenido consigo, pero Jacobo la deslizó en su abrochada levita y preguntó con indiferencia cuánto tiempo hacía que aquello duraba. Desde que llegó, desde el mismo día en que entró en la Magnolia. Yo a la sazón fui un torpe, Juan, y ahora soy un torpe también; pero no supe cuánto la amaba hasta el presente. Y ya no es la misma mujer.
El pulso era normal; circulaba la sangre con regularidad perfecta; la arteria no denunciaba la más leve agitación y los hermosos ojos de Magdalena no brillaban ya con el fulgor de la fiebre, sino con el resplandor de la felicidad. Volviose Avrigny hacia Amaury, y estrechándole en sus brazos le deslizó al oído estas palabras: ¡Si tú pudieras salvarla!...
Juan se aleja apresuradamente y desaparece en el bosque. Desde aquel día, la tristeza se cierne sobre la casa de los Felshammer. Cuando Martín entró en su casa por la mañana, todo estaba tranquilo, en una calma profunda. Descolgó de la pared la llave del molino y se deslizó hasta la triste habitación de que había hecho una especie de templo de su falta.
Y repitiendo a Febrer una vez más la conveniencia de que le guardase como compañero, echó las piernas fuera de la ventana, apoyó su vientre en el alféizar, y se deslizó por el muro. El payés, al entrar en la torre, habló sin ninguna emoción del suceso de la noche anterior, como si fuese un hecho normal que sólo alteraba levemente la monotonía de la vida del campo.
Palabra del Dia
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