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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Ella se había apiadado del dolor del gigante, de la mueca desesperada del pobre patriarca, y con la conmiseración maternal que siente toda mujer por un hombre que llora, lo había tomado en sus brazos, apoyándole la cabeza en uno de sus hombros desnudos, acariciándole las barbas encanecidas.

Solamente agregó con su ofuscación desesperada, tomándose la cabeza entre las manos y volviéndose a mirar a los presentes me esfuerzo... me esfuerzo por imaginar dónde están mis guineas. ¡Ah, ah! han ido a donde hace bastante calor para fundirlas, creo dijo el señor Macey. ¡Vamos! repuso el herrador.

Y sin añadir ni una palabra, la señorita Guichard salió. Herminia quedó sola y consternada, pero sin arrepentirse de su franqueza, por muy cara que debiera costarle. Porque, ahora, la señorita Guichard había arrojado la máscara y después de esta explicación no se podía esperar de ella el menor acomodo. La joven se preparó á hacer una resistencia desesperada.

En la desesperada lucha á que le arrastraron las faltas y las demasías, desplegó recursos de ingenio tan varios y tal energía de carácter; tan oprimido, tan elocuente, tan patético se mostró, que fué objeto de universal simpatía. Empero los defectos mismos que causaron su ruína en España, le desacreditaron en Inglaterra y Francia.

La tranquilidad de mi mirada le hizo más daño que mi voz, y su rostro se demudó: ¡Que ya no me quieres! articuló en una desesperada y lenta oscilación de cabeza. Esta es la quincuagésima vez que dices lo mismo respondí. No podía darse respuesta más dura; pero yo tenía ya el comienzo.

Estoy desesperada. Tan desesperada estoy, que me inclino a creer que no he tenido que fingir la enfermedad, sino que en realidad estoy enferma. El doctor lo ha creído y ha dejado una receta muy larga, que doña Rita ha leído y debe cumplir. Serán simplezas del doctor... ¡Ay, Dios mío! ¿Qué burla pesada es esta? ¿Con que no me contesta Narcisito?

Doña Ana se arroja silenciosa y traspasada de dolor sobre el cadáver despedazado de su caro D. Juan, y se aleja, al fin, desesperada para buscar la muerte en las desiertas montañas.

Pero, señor me dirán, ¿y ha de ser siempre esto así? ¿No les basta a esos hombres de experiencias? ¿Serán ellos los últimos que se desengañen de mismos? He ahí una respuesta que yo no sabré dar. Yo no veo la ciencia desesperada, creo que acaso habrá por ahí escondidos otros hombres-globos; pero si los hay, ¿por qué no obedecen a las leyes de la naturaleza?

Unos huían en desesperada carrera al otro lado del mar, espoleados por la miseria; otros se pudrían en el seno de la tierra sin el consuelo de haber visto la Justicia y la Igualdad imperando sobre los hombres. ¡Qué de esfuerzos inútiles! ¡Cuántos sacrificios estériles!... ¡Y la herencia de tanto trabajo parecía perderse para siempre!

Al fin todo quedó en silencio, y curioso de saber en qué consistía, miró por la rendija de la puerta, y vio a su tío sentado en una butaca, en mangas de camisa, hundida la cabeza en el pecho, el pelo caído por la frente en la más triste y desesperada actitud que nadie pudiera imaginarse.

Palabra del Dia

hociquea

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