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Actualizado: 20 de julio de 2025
Los caballos, aunque espoleados duramente por los que los montaban, no tuvieron fuerza bastante para descuartizar al indio, y á éste, descoyuntado, después de tirar de él un rato en distintas direcciones, tuvieron que desatarle de los caballos y cortarle la cabeza.
Segundo lunes. Hermoso día, pero el piso demasiado húmedo. Don Juan piensa: «No irá», y se queda en casa leyendo. Cristeta sale. Al fin mujer. Paseo en balde. Luego, noche de insomnio pensando: «¿Estará malo?» Martes. Sol esplendoroso, piso seco, ambiente primaveral. Casi al mismo tiempo llegan ambos espoleados por la impaciencia.
Los versolaris, cada vez más ebrios, espoleados por el gran suceso, improvisaban á rienda suelta, cantando el triunfo de los de la tierra, con alusiones á los ricos de las minas, que provocaban el regocijo de los aldeanos. Iban alejándose en sus carreras las familias de los caseros.
Los caballos sin jinete emprendieron un galope loco á través de los campos, con las riendas á la rastra, espoleados por los estribos sueltos. Y después del rudo vaivén que le hicieron sufrir la sorpresa y la muerte, se dispersó, desapareciendo casi instantáneamente, absorbido por la arboleda. Junto á la gruta sagrada
Pasaba sin querer detenerse, contemplando con lástima a los que penetraban en el sitio maldito, viejos y jóvenes, espoleados todos por la misma idea de crear fortuna sobre base de arena; mirábales al rostro y sorprendíale la palidez intensa, la mirada inquieta, el respirar anheloso, de los que corren tras una quimera, como tras la mariposa un niño, y a intervalos, ya ponen sobre ella la mano, como la retiran desengañados, se agitan, se revuelven y consumen en estériles esfuerzos.
Unos huían en desesperada carrera al otro lado del mar, espoleados por la miseria; otros se pudrían en el seno de la tierra sin el consuelo de haber visto la Justicia y la Igualdad imperando sobre los hombres. ¡Qué de esfuerzos inútiles! ¡Cuántos sacrificios estériles!... ¡Y la herencia de tanto trabajo parecía perderse para siempre!
Entonces reanudábase la existencia normal, volviendo cada familia a su aislamiento, con la certeza de repetir el viaje angustioso pocas semanas después. Febrer permaneció bajo las arcadas viendo cómo iban llegando los grupos de payeses a toda prisa, espoleados por el último toque del esquilón que volteaba en lo alto de la torre. El interior de la iglesia estaba casi lleno.
Palabra del Dia
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