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Osuna vaciló todavía un instante, echó una mirada de misericordia al inválido; pero viendo su rostro espantable, se resolvió al fin. Alzose sobre la punta de los pies y descargó una sonora bofetada en la mejilla del sacerdote. ¡Jesús! exclamó la huéspeda. ¡Eso es una iniquidad!

Sabiendo que te quiero tanto... Y yo a ti... ¿Pero por qué no te sientas? No... Me voy en seguida. No he venido más que a traerte una cosa... A traerme una cosa... ¡a ! , verás. Y diciendo verás, hizo con el brazo derecho un raudo y enérgico movimiento, y le descargó tan de lleno la mano sobre la cara, que la otra no pudo resistir el impulso, y dando un grito, se cayó al suelo.

Saldremos, si se empeña Villeneuve; pero si los resultados son desastrosos, quedará consignada para descargo nuestro la oposición que hemos hecho al insensato proyecto del jefe de la escuadra combinada.

Esperábase la Butrón la llegada del constipado, díjole así a su marido al mostrarle la carta, y entonces fue cuando el respetable diplomático descargó su berrinche sobre la pobre dama, prodigándole los dicterios que al comenzar este capítulo apuntamos.

No tardó, como es consiguiente, en leérmelos, encerrándose para ello previamente en un cuarto retirado, donde a su sabor descargó la conciencia del grave cargo de ciento y tantas composiciones en todos los metros imaginables, aunque sus predilectos eran los sáficos y adónicos. Los dísticos, compuestos de exámetros y pentámetros, también le gustaban sobremodo.

Ella se repetía continuamente que don Diego la cuidaba por deber o, mejor dicho, para descargo de su conciencia, que la amistad no entraba para nada en todas aquellas atenciones; que él desempeñaba fríamente el papel de buen marido; que amaba a otra mujer; que no se pertenecía y que había dejado su corazón en Francia.

Parrón se echó la escopeta á la cara y descargó los dos tiros contra el segador, que cayó redondo al suelo. ¡Maldito seas! fué lo único que pronunció. Una de las balas, después de herir al segador, había dado en la cuerda que me ligaba al tronco y la había roto. Yo disimulé que estaba libre, y esperé una ocasión para escaparme.

Mas, como vuestra merced le deshonró tan sin propósito y le dijo tantas villanías, encendiósele la cólera, y, como no la pudo vengar en vuestra merced, cuando se vio solo descargó sobre el nublado, de modo que me parece que no seré más hombre en toda mi vida. -El daño estuvo -dijo don Quijote- en irme yo de allí; que no me había de ir hasta dejarte pagado, porque bien debía yo de saber, por luengas experiencias, que no hay villano que guarde palabra que tiene, si él vee que no le está bien guardalla.

El Asistente conde de la Jarosa, que tanto se apresuró á pregonar las órdenes reales, como antes dije, no fué menos severo en su cumplimiento, haciendo practicar escrupulosos registros con frecuencia, y por sastrerías, tiendas de ropas y cocheras, y sin que tuviera consideración alguna á los intereses que perjudicaba, descargó toda su justicia sobre obreros, artesanos y fabricantes, que respiraron con satisfacción cuando dejó su cargo, tres años después, en 1725.

Cuando el viejo se enteró de la escapatoria de su hija, tuvo un acceso de coraje tal, que todos en la casa creyeron llegada su última hora, pero pasado el ciclón de gritos y juramentos y la granizada de moquetes que descargó a ciegas y que alcanzó hasta al mismo chico de la Pepa, se calmó, aparentemente por lo menos, y ni volvió a hablar ni hizo cosa alguna que con el asunto se refiriese.