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Actualizado: 28 de julio de 2025
Y la mano del bufón estrechaba ardiente y calenturienta la mano de Dorotea, y sus ojos cruzados, encendidos, extraviados, se fijaban en ella con una ansia dolorosa, y en su boca entreabierta, por la que salía una respiración ronca, asomaba ligera espuma blanca. La joven se aterró al ver el aspecto del bufón, y quiso desasirse.
Tramposa, chalana... Te pateo la cara aunque me deshonre las suelas de las botas». Y tal esfuerzo hizo por desasirse, que a punto estuvo de lograrlo. Dos de ellas habían acudido a levantar a Aurora, que continuaba dando gritos de dolor. Si no se presentan Pepe Samaniego y un dependiente, sabe Dios la que se arma allí. «¿Qué es esto? ¿Qué ha pasado aquí? ¿Quién es usted? ¿Qué busca usted?».
¡Ah! basta repuso el conde con dureza, procurando desasirse. Pero ella le retuvo todavía, empujándole suavemente delante de sí, con ademán suplicante; recostose el barón en la chimenea con la actitud resignada del verdugo.
Se dejó caer al suelo con señales cadavéricas en el rostro. Instantáneamente, un golpe de gente acudió a levantarle, mientras otro sujetaba a la costurera. Al conducirle a la casita próxima de un aldeano, Pablo creyó escuchar confusamente los gritos de Valentina, que intentaba desasirse de los que la tenían, para rematarle, sin duda. La noticia se extendió por la romería.
Luchó valerosamente por desasirse chillando al mismo tiempo. ¿A mí me pegas tú, viejo gorrino? ¿A mí? ¿a mí? No logrando arrancar de sí las tenazas que la oprimían, le echó la mano a la cara y le clavó en ella las uñas. La lucha había hecho rodar algunos vasos.
Don Juan ¡parece mentira que sea el hombre capaz de tal perversidad! aprovechó la ocasión, se acercó de puntillas a Cristeta, y arrojándose en sus brazos dijo en voz muy queda, casi, y sin casi, pegando los labios a la linda oreja de su amada: Perdóname, no sé lo que me hago. Lo grave fue que, en lugar de desasirse en seguida, siguió agarrado a ella.
Soltola, en efecto, pero fue para echarle los brazos al cuello y apretarla contra su pecho, loco, perdido de amor, aplastando sus labios con besos brutales, frenéticos. La dama forcejeó rabiosamente para desasirse, y lo logró, haciendo tambalearse a su marido de un empellón. ¡Te he dicho que no quiero, que no quiero! le gritó con voz colérica.
Pero Dechard no tardó en desasirse y en atravesar con su espada al indefenso médico. Después se volvió hacia mí, gritándome: ¡Por fin! Cruzamos los aceros. Por fortuna mía, ni él ni Bersonín tenían a mano los revólvers al sorprenderlos yo. Los encontré más tarde, cargados, en la otra habitación, sobre la repisa de la chimenea. Empezamos, pues, el combate con armas iguales.
Todos le recriminaron aquel acto de barbarie. Pero el majo no escuchaba sus amistosas reprensiones; poseído de una cólera ciega, trataba de desasirse, y no pudiendo conseguirlo, la saciaba con feroces insultos y amenazas.
¿Quién gritaba? dijo el capitán, A los que gritan. Prender á los que gritan. Lázaro quiso huir; pero el brazo vigoroso de un soldado le detuvo fuertemente. Prender á los que gritan. Este es el predicador. ¡A ese! Lázaro pasó de una mano fuerte á otra fortísima. Apenas se daba cuenta de que le habían prendido. Creyó que le soltarían en seguida, é intentó desasirse, aunque inútilmente.
Palabra del Dia
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