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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


Para saborear todo cuanto ofrece de delicioso un paseo por la orilla del arroyo, es preciso que el derecho de la pereza haya sido vencido con el trabajo y que el espíritu cansado tenga necesidad de adquirir nuevo aliento contemplando la naturaleza. El trabajo es indispensable para quien desea gozar del reposo, lo mismo que el recreo cotidiano es necesario al obrero para renovar sus fuerzas.

Llevaba con exquisita gracia su modesto traje de señorita; se había recogido sencillamente los cabellos, cuyos ensortijados aladares daban a sus sienes puras la idealidad de una corona. Pero lo más sorprendente, lo más admirable de la niña era aquella su incopiable expresión de delicioso ensueño, que encendía en sus labios sonrisas misteriosas y en sus ojos intensas y divinas luces.

No me extraña dijo Francisca, los ingleses razonan siempre en contra del sentido común. No tanto, no tanto murmuró el cura. En estos tiempos está cada cual tan absorbido por sus intereses que no tiene tiempo más que para pensar en mismo. Ahora bien, las solteronas, que no tienen nada que hacer, están destinadas a pensar en los demás. ¡Es delicioso! exclamó Francisca con convicción.

La fuente más alta y el césped que la rodea son el paraje más delicioso de todas las montañas.

Toda una avalancha de cabellos se escapó y esparció en torrentes, en largas cascadas sobre los hombros de Bettina, que se encontraba ante una ventana por donde penetraban los rayos del sol... y aquella luz radiante que daba de lleno sobre su cabellera de oro, ponía en un cuadro delicioso la espléndida belleza de la joven.

Quedé sólo un día en el Niágara. A la noche tomé el ferrocarril y amanecí en Albany, de donde descendí el Hudson hasta medio camino de Nueva York, haciendo el resto de la ruta en un drawingcar, en el delicioso ferrocarril que corro sobre las aguas mismas del río.

Mas he aquí que un día se les antoja a los bárbaros penetrar con sus carros, con sus mujeres e hijas en nuestro delicioso campamento. Cayeron los árboles más o menos seculares, y sus hojas sirvieron de alfombra a los triunfadores. También nuestras frentes humilladas les sirvieron de alfombra.

Esta impresión ilusoria fue lo que la despertó sobresaltada. Pero está visto se dijo al darse cuenta clara de que lo sucedido era un sueño , que se puede hacer eso... se entiende, con un piloto como él... ¡Qué paseo tan delicioso el de esta tarde!

Vive a costa del hermoso Raúl y, de propina, le hace pasar por un chulo indecente... ¡Es delicioso...! LA SE

Don Álvaro al moverse con alguna viveza, dejaba al aire un perfume que Ana la primera vez que lo sintió reputó delicioso, después temible; un perfume que debía marear muy pronto; ella no lo conocía, pero debía de tener algo de tabaco bueno y otras cosas puramente masculinas, pero de hombre elegante solo.

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