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Actualizado: 29 de mayo de 2025


En España habían mandado también los romanos; pero los moros vinieron luego a conquistar, y fabricaron aquellos templos suyos que llaman mezquitas, y aquellos palacios que parecen cosa de sueño, como si ya no se viviese en el mundo, sino en otro mundo de encaje y de flores: las puertas eran pequeñas, pero con tantos arcos que parecían grandes: las columnas delgadas sostenían los arcos de herradura, que acababan en pico, como abriéndose para ir al cielo: el techo era de madera fina, pero todo tallado, con sus letras moras y sus cabezas de caballos: las paredes estaban cubiertas de dibujos, lo mismo que una alfombra: en los patios de mármol había laureles y fuentes: parecían como el tejido de un velo aquellos balcones.

La libertad de su hija, su derecho de madre, su felicidad, sólo estaban separados de sus manos trémulas, por las delgadas paredes de aquel cofre; ¡y tendría que dejarlo allí, que renunciar a toda esperanza y sucumbir bajo el peso de su impotencia! Pero no se dió por vencida aún. Acudió a la chimenea y tomó las pinzas de hierro.

A la parte del rio hay un pequeño recinto con la bóveda desplomada y el pavimento cubierto de espesa yerba; y en él una preciosa portadita de ladrillo agramilado, obra de albañilería limpia y hermosa en que se ven mezclados con gracia los tres estilos: es un arco de angrelado menudo, corre sobre él una cornisa romana, y está flanqueado de dos delgadas columnillas góticas.

Eran dos niñas preciosas, de hermosura delicada y frágil, de esa que luce en la juventud con la belleza enfermiza de una flor de estufa, y luego se disipa en el primer año de matrimonio; rubias, delgadas, quebradizas, porcelanescas. Sus ojos claros lucían demasiado grandes en la delgadez linda y afilada de sus caritas de cera.

El viento de los días tempestuosos, al remover la arena, dejaba descubiertas sus múltiples y enmarañadas raíces, negras y delgadas serpientes en las que se enredaban muchas veces los pies de Febrer.

La espalda es negra, y el vientre blanco, son chatas como las nuestras; tienen la boca en medio del vientre, siendo ciertamente la mejor parte de la carne. Las faldas solo tienen tres pulgadas de ancho, y son mucho mas delgadas que las nuestras. Como esta es casi la sola parte comestible, no tienen mucha estimacion.

En toda la noche no cerró Loppi los ojos, pensando en el amanecer, y en los puños alzados de Masicas, que le parecieron un ganso cada uno. Y a paso de moribundo se fue arrimando al charco a los claros del día. Y las voces que daba parecían hilos, por lo tristes, por lo delgadas: /P «Camaroncito duro, Sácame del apuro.» P/ ¿Qué quiere el leñador? Para , nada: ¿qué he de querer yo?

Grandes ojos azules alargados, cabellos de plata cubiertos por una pequeña toca de encaje negro, una sonrisa dolorida, manos muy delgadas; el conjunto un poco delicado para la mujer de un hidalgo rural y, sobre todo, de un patán como ése. Me da cortésmente los buenos días, mientras el viejo grita a voz en cuello: ¡Yolanda!... ¡Eh! ¿dónde te has metido?

Espigadillo de cuerpo, tenía las piernas delgadas, pero de buena forma; la cabeza más grande de lo regular, con alguna deformidad en el cráneo. En cuanto á su aptitud para el estudio, llamémosla verdadero prodigio, asombro de la escuela, y orgullo y gala de los maestros. De esto hablaré más adelante.

Se pone a cocer en el cocido, dejando fuera las puntas de la servilleta; se cuece una hora, se saca, y, sin quitarle la servilleta, se coloca entre dos tablas y se le pone peso encima, dejándola hasta el día siguiente en que se saca de la servilleta, se corta con cuidado en lonjas delgadas, y se sirven después de rebozadas en huevo y pan rallado y fritas en manteca o aceite bien caliente.

Palabra del Dia

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