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Actualizado: 23 de mayo de 2025
¡Silencio, Juan, silencio!... ¡No me hagas daño!... Vamos a separarnos puros y honrados... y a llevar con nosotros paz y valor para toda la vida. No nos dejemos arrastrar... ni por el amor ni por el resentimiento. Se detiene aniquilada. Su respiración es fatigosa.
¡Oh! no me digáis eso... porque sería muy desdichada... dejemos, dejemos más bien este asunto... soy franca con vos; estoy aturdida; ¿queréis que os cante la canción que he estudiado para esta tarde? seréis el primero que la oiga... lo que no es poco favor añadió sonriéndose ; así nos distraeremos los dos... vaya... ¡si esto parece una brujería!
Estaba en lo más negro de la negrura del <i>spleen</i>, y pasó por mí la idea de pegarme un tiro o de arrojarme de cabeza al mar. Todo por un amor desgraciado. Cuénteme usted eso y le daré buenos consejos. No me hacen falta. Yo me entiendo solo. Yo conozco a la mujer que le trae a usted a tan lastimoso estado. Usted no conoce nada. Dejemos esa cuestión y no hablemos más de ella.
Navarro, al verle salir, dio un gran suspiro. ¿Era porque su conciencia estaba aún algo turbada o por desconsuelo de que sus amigos guerrearan mientras él se moría? Dejemos a Zorraquín subiendo a su caballo, cosa para él bien distinta de subir al púlpito. La tropa carlista salía de Elizondo.
Y mentía profundamente. Bueno, me alegro... Dejemos esto. Hasta mañana. ¿Cuándo quieres que volvamos allá? ¡Nunca! Se acabó. Vi que verdadera angustia le dilataba los ojos. ¿No quieres ir más? me dijo con voz ronca y extraña. No, nunca más. Como quieras, mejor... No estás enojado, ¿verdad? ¡Oh, no seas criatura! me reí. Y estaba verdaderamente irritado contra Vezzera, contra mí...
El aspecto de los desgraciados fugitivos inspira lástima, y hace nacer en el corazón vehementes deseos de venganza.... Dejemos á los alzados en sus montañas, y á los americanos en sus acorazados, y sus guarniciones, y dediquemos algunas frases de admiración y cariño á nuestros heroicos soldados, que bien lo merecen.
El duque y el tío Frasquito creyeron morirse de risa al oír la agudeza de Currita, y la de Valdivieso añadió entre carcajadas: ¡Exacto! ¡Qué frase tan feliz!... Se la contaré a Paco Vélez... ¡Le prince douairier de Matapuerca!... Es menester que le dejemos el nombre; justamente andan muy afanados ahora buscando el árbol genealógico de Lucy...
¡Bah!... En todo caso, Máximo no piensa como un amigo nuestro, que la belleza es una virtud que dispensa de las otras... Por el momento, el pobre parece un gato escapado de la caldera... y tiene un saludable temor de la mujer... lo que es el principio de la sabiduría... Dejemos hacer al tiempo... Entretanto, lo tendremos más a nuestro lado, ya que se ha desembarazado de esa muchacha.
Los códigos, sin embargo, no lo creen así, y este error esencial de la legislación hace que los códigos sean unos libros mucho más divertidos que las novelas. Pero dejemos este punto para otra oportunidad. Gracias al nombre que nos dan en la pila y en el registro, el mundo tiene cierta apariencia de orden.
Ha hecho usted muy mal en no... atreverse. Dejemos, pues, estos cumplimientos: yo me alegro mucho de verle a usted: ¿y cómo le va a usted...? Siéntese usted aquí en el sillón..., póngase usted el sombrero..., así...: ¿y qué me dice usted de nuestra hija? añadió sentándose en una vieja arca: es un prodigio...; a mí ha acabado por hacerme feliz, me ha regenerado... ¡qué niña, Dios mío, qué niña!
Palabra del Dia
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