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Actualizado: 23 de julio de 2025
»Así, he decidido, hermano mío, que todos mis bienes vayan a los pobres cuando mi alma abandone su envoltura carnal. Por eso, Amaury, soy tan chancera y jovial; riendo, me eximo de pensar y tomo a chacota lo que de otro modo me pondría triste y de mal humor. »Pero dejemos a un lado ideas tan poco alegres y hablemos de Felipe Auvray. »Esto sí que es ya otra cosa.
-Par Dios que tiene razón el gran Sancho -dijo el doctor Recio-, y que soy de parecer que le dejemos ir, porque el duque ha de gustar infinito de verle. Todos vinieron en ello, y le dejaron ir, ofreciéndole primero compañía y todo aquello que quisiese para el regalo de su persona y para la comodidad de su viaje.
Salir á la calle sin el payo, contando con el crepúsculo y más que á paso tendréis que volveros con los sesos achicharrados. Mas dejemos digresiones y entremos en la ermita, á cuya puerta se agolpaban gran número de fieles.
Fácil cosa será verle dijo el Diablillo tan al vivo como está pasando agora: pide un espejo a la Güéspeda y tendrás el mejor rato que has tenido en tu vida; que aunque yo, por la posta, en un abrir y cerrar de ojos, te pudiera poner en él , porque las que yo conozco comen alas del viento por cebada, no quiero que dejemos a Sevilla hasta ver en qué paran las diligencias de Cienllamas y las de tu dama, que viene caminando acá, y me hallo en este lugar muy bien , porque alcanzan a él las conciencias de Indias.
Traigamos á Paris cualquier cosa, una fruslería cualquiera, de España, de Italia, de Inglaterra, de Rusia, de Turquía, del Mogol; démosla á un francés, dejemos que el francés la lleve á su casa; que allí la componga, que la aliñe, que la lave la cara con su palaustre, y es bien seguro que la fruslería extranjera será en Paris una especie de mágia.
Aquesto de pasada lo he tocado, Ninguno de léerlo aquí se asombre, Que, siendo Dios servido, en otro canto Diré cosas de vista y mas espanto. Dejemos este rio, que corriendo De allá hácia el Brasil viene derecho; Y en él se vienen otros mil metiendo, Que le tienen famoso y grande hecho.
¿No quiere usted que lo juzgue severamente? Hay que ser consecuente, mi pobre amigo. Agrádeme o no, usted no puede hacerme un reproche igual. Pero dejemos esta vana disputa y estas niñerías crueles que nos hacen tanto daño.
CUESTA. Sí, sí: bueno, bueno... y pecador... En fin, dejemos los errores y vamos a sus consecuencias. Yo no quiero, no, que usted viva desamparada. Usted no posee bienes de fortuna. Es dudoso que la protección de Urbano y Evarista sea constante. ¿Cómo he de consentir yo que se encuentre usted pobre y desvalida el día de mañana? No sé si lo entiendo... no sé si debo entenderlo.
El ha muerto, dejemos descansar su memoria. ¿Pero por qué? inquirí. En estas circunstancias de graves sospechas, y en que el secreto, que por derecho me pertenece, ha sido robado, es deber de usted seguramente explicar lo que sabe, con el fin de que podamos obtener un hilo que nos guíe. Recuerde también que el porvenir de su hija depende del descubrimiento de la verdad.
No, yo no leo nada; será aprensión tuya. Sí, sí; aquí hay una inscripción... Pero, en fin, no quiero molestarme descifrándola... Todas estas cosas no son más que ridiculeces... Vámonos, chica, vámonos... Dejemos a cada loco con su tema... Y cerrando el cajón con enfado salió de la alcoba, seguido de Marta.
Palabra del Dia
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