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Actualizado: 23 de junio de 2025
Pero dejemos por ahora esta cuestión, y examinemos las obras dramáticas, que se conservan de Monroy, como pinturas puramente poéticas de las pasiones y de los excesos frecuentes en las regiones del Mediodía. Desde este punto de vista no podemos menos de admirarlo .
Sabía medianamente el latín y conocía un poco la historia de Roma, pero la de Grecia ni saludarla siquiera. Bueno, dejemos á los griegos y vengamos á los españoles. Yo tenía que consultar contigo un asunto y para eso he subido hasta aquí. D. César se serenó de pronto. Era el hombre más apacible de la tierra siempre que no se tocase á su enemigo. ¡Me gusta tu franqueza! exclamó riendo.
Si sé para lo que me llamábais, no vengo. Dejemos esta conversación, Dorotea. Por el contrario, sigámosla para que lleguemos á donde debemos llegar. ¿Pues qué, tenemos que llegar aún á alguna parte? ¡Vaya...! pero continuemos.
¡Bah! interrumpió Hullin, que veía iniciarse una disputa entre los dos hombres, poco conciliadores por naturaleza ; dejemos eso; todo el mundo ha cumplido con su deber, que es lo principal. Y luego, dirigiéndose a Materne, añadió: Acabo de enviar un parlamentario a Framont para comunicar a los alemanes que pueden venir a retirar sus heridos.
Enhorabuena; dejemos á un lado la justicia, y hagamos el repartimiento: al cabo de una hora, de dos jugadores el uno habrá alijerado el bolsillo del otro, y estarán ya desiguales; pasados algunos dias, el industrioso habrá aumentado su capital, el desidioso habrá consumido una porcion de lo que recibió; y caeremos en la desigualdad.
Leyó la primera de las veinticinco cartas sin comprenderla; en la segunda tropezóse con esta frase, escrita de puño y letra del artillero: «En cuanto a tu marido, bueno será que le suprimamos el villa y le dejemos melón: está probado que el pobre pertenece a la familia de las cucurbitáceas».
Pero dejemos á un lado esas cuestiones: vamos á lo que importa. Dime qué raros sentimientos te asaltan el alma, inspirándote esa humildad, esa desconfianza profunda, que te induce á tomar el velo. No acierto á decírtelo. Me falta valor. Ea... ánimo... dí lo que es. Mi madre no ha hecho más que hablarme de tu tío desde que apareció en esta ciudad... desde que yo le vi y paseé con él una tarde.
Pero dejemos esto aparte, que es laberinto de muy dificultosa salida, sino volvamos a la preeminencia de las armas contra las letras, materia que hasta ahora está por averiguar, según son las razones que cada una de su parte alega.
D. Francisco, yo he tenido una juventud muy borrascosa, como todo el mundo sabe, y hartas noticias tendrá usted de mis aventuras, pues no había en las Cortes de Europa dama alguna, casada ni soltera, que no se me rindiese. Después de todo, es una desgracia haber nacido con tal fuerza de atracción en la persona, señor D. Francisco; tanto, que todavía..., pero dejemos esto.
Alcanzaron a escuchar la voz de Laura y Julio que conversaban muy cerca, en el vestíbulo. Ya irán a la pieza de abuelita. Quién sabe... dejemos esto. Es una mala acción. Aguardaron algunos minutos hasta que les oyeron subir llamados por Zoraida. Dejemos esto, suplicó Adriana casi trémula. Entonces he de leerlo sola. Debe ser todo una novela. Lee, Carmen. Empezaron: * "Septiembre 22 de 19...
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